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Experta sostiene que cinco muestras es el mínimo exigible para fiscalizar un producto alimenticio

La académica especialista en análisis de los alimentos de la Universidad de Santiago, Marcela Zamorano, sostiene que un problema de la norma es la cantidad de demostraciones que se deben considerar para determinar si un producto incumple la disposición.

“Es un vacío difícil de controlar”, reconoce.

Hace dos semanas entró en vigencia la ley de Etiquetado de Alimentos, con fiscalizaciones en colegios, supermercados y locales que, en muchos casos, han terminado con apertura de sumarios. La última polémica por esto se produjo a partir de la revisión, por parte del ISP, de la Cajita Feliz en un local de Ñuñoa de la cadena McDonald’s, donde se detectó que dos productos excederían los índices permitidos por la normativa.

Sin embargo, los resultados obtenidos en un solo local, ¿son representativos del producto que se oferta en el resto? Para la experta en análisis de los alimentos de la Universidad de Santiago, Marcela Zamorano, “esa es una de las problemáticas que tiene la Ley de Etiquetado porque, en el fondo, para realizar un buen muestreo desde el punto de vista científico, se necesita un gran universo de muestra. Para poder identificar un nutriente, lo mínimo son cinco muestras tomadas en distintos tiempos, de ahí hacia adelante”.

La académica del Departamento de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del plantel estatal explica que la cantidad depende del nutriente que se analice, y de cómo y cuánto está presente en un alimento. “Lo que pasa es que cuando la industria promueve sus nutrientes, también lo hace con una o dos muestras. Entonces, pueden argumentar que fue solo una muestra la que salió mal, pero la declaración nutricional de sus productos también la hace, muchas veces, en base a una o dos muestras”, afirma.

“Lo que hemos estudiado es que esas etiquetas a veces no muestran lo que realmente aparece. Tengo varias tesis en que mis alumnos hacen un muestreo de distintos alimentos y no en todos coincide lo que aparece en la etiqueta”, insiste la magíster en Ciencia de los Alimentos.

Zamorano reconoce que todo esto plantea “un vacío que es difícil controlar” y que ello representa un desafío en materia de fiscalización “porque las materias primas cambian. El pollo mismo viene con mucho sodio, por ejemplo. Lo que hay que tener claro es que un nutriente puede cambiar, en cantidad, de una muestra a otra. Por eso, se debe considerar un rango, para que ello no salga de lo establecido”.

¿Cuánto falta para ver los primeros resultados concretos de esta Ley?

Para la especialista, “la ley es bastante restrictiva. Para que los consumidores y la industria se ajusten a la norma, tienen que pasar por lo menos seis meses más o un año desde su implementación”.

Sin desmerecer la relevancia de lo que la norma fiscaliza para enfrentar la obesidad infantil y prevenir enfermedades crónicas no transmisibles, afirma que la disposición “conlleva un nuevo desarrollo de productos que contengan estos nutrientes. Eso es un paso que una gran industria lo puede dar más fácilmente, pero las pequeñas van a demorar un tiempo”.

“Las pequeñas industrias demorarán un tiempo en desarrollar nuevos productos para evitar su rotulación”, concluye.

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