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La importancia del trabajo comunitario en la recuperación de mujeres con depresión y bipolaridad

Lo central es que puedan enfrentar el día a día con mayor fortaleza demostrando que compartiendo se puede construir una vida más plena y equilibrada.

Dicen que conversando se arreglan las penas. Esta frase cobra sentido en el Centro de Salud Mental (CESAM), perteneciente a la unidad de psiquiatría del Hospital de Ovalle, un espacio donde el objetivo principal es acercarse a la población que vive con alguna enfermedad psíquica, ofreciendo un lugar seguro y comprensivo.

Cinco mujeres con diversas patologías mentales iniciaron su terapia con intervenciones psicoeducativas con el propósito de obtener herramientas y conocimientos para sobrellevar su condición. Al pasar el tiempo, la psicoterapia y la dinámica se transformó en algo más profundo, convirtiéndose en una sólida red de apoyo y colaboración.

Estas pacientes llegaron al CESAM con sus propios desafíos, encontraron comprensión y respaldo entre sus compañeras y el equipo profesional compuesto por psiquiatras, psicólogas, un médico general, una asistente social, una terapeuta ocupacional, un TENS y personal administrativo. Juntos, han creado un ambiente donde pueden compartir sus experiencias y celebrar sus logros.

Este centro no sólo trabaja aspectos de la salud mental, sino también construye un sentido de comunidad y pertenencia. Al respecto, la terapeuta ocupacional y coordinadora del CESAM de la provincia de Limarí, Gladys Norambuena, afirmó que “mi rol como terapeuta ha ido cambiando, yo me siento una más. Festejamos fechas importantes, nos enseñamos y vamos construyendo una red fuerte de apoyo que nos sostenga con alegría”.

Hablar y escucharse

Cada martes, la sesión comienza en compañía de una buena mesa, donde con un té y “quequito” casero se genera calor de hogar. De vez en cuando, alguna asume el rol de profesora, enseñando a las demás alguna manualidad o artesanía, en la que destacan telares, peluches, mantas, bordados entre otros.

Ingrid Araya es una de las que más tiempo lleva en el grupo. Derivada por una bipolaridad, se integró el año 2011 y el apoyo de sus compañeras ha sido trascendental en su proceso. Además, cumple el rol de cuidadora de su madre, quien se encuentra postrada. Sobre esto, Ingrid explicó que “vengo con una carga muy pesada a veces y entonces aquí hablo con las niñas y ellas me escuchan y me voy más livianita, porque expreso todo lo que siento, a veces tengo ganas de llorar y esta instancia me alivia”.

El problema de una no es ajeno a las demás

Ana Elgueta, quien se integró hace poco derivada por una depresión severa, comentó que “me ha hecho bien venir, entendemos nuestros problemas. Aquí las personas nos ayudan mucho, se alivia la pena y una sale de la rutina diaria”.

A Rosa Iriarte, le diagnosticaron bipolaridad el año 1973, pasó por varios procedimientos e incluso fue enviada a Santiago hasta que finalmente pudo recibir atención en Ovalle y pasó a integrar este grupo, que hasta ahora está constituido sólo por mujeres. “Con la señorita Gladys y con todas la he pasado super bien”, aseguró.

El trabajo de los profesionales y expertos en trastornos mentales es indispensable ya que se abordan los problemas de manera constructiva. Erika Arriagada, en tratamiento por bipolaridad enfatizó que “acá se siente muy bien porque se habla casi el mismo idioma, todas nos comprendemos y es fundamental el apoyo que tenemos del CESAM”.

Estos entornos se vuelven un refugio para compartir vivencias sin temor de ser juzgados. “Somos como una familia”, afirma Rosa.

“Las conversaciones son dinámicas, creamos un vínculo común de contención”, declaró Ximena Ahumada, también participante.

En esta línea, Ingrid detalló que “yo sentía que había hecho algo malo pero con lo que hemos contado me doy cuenta que nadie está libre porque yo tenía mi vida hecha de otra manera, mis hijos se estaban educando y un día me enfermé y no sabía qué pasó, lo que tengo claro es que soy feliz viniendo”.

A su vez, sobre la desestigmatización de las enfermedades mentales, Erika agregó que “cuando uno está en tratamiento, la gente cree que una está loca y dicen no me acerco a ella, entonces aquí se aprende de su enfermedad, cómo enfrentarla y aprendemos a contestarle a las personas sobre nuestro diagnóstico”.

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