Tras un año de trabajo colaborativo entre el Instituto Milenio SECOS y la comunidad educativa del Liceo Carmen Rodríguez, se presentó una obra inédita que utiliza la cerámica y la realidad aumentada para rescatar los saberes socio-ecológicos del territorio.
Con emoción, orgullo y un profundo sentido de pertenencia territorial, el Liceo Carmen Rodríguez de Tongoy inauguró el pasado 12 de diciembre el mural-escultura “Banco de Memorias: conocimientos e historias de Tongoy”, una instalación artística y científica que sintetiza un año completo de trabajo colaborativo entre la comunidad escolar y el Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS). La obra, compuesta por ostiones de cerámica elaborados con arcillas locales, recoge memorias, saberes y reflexiones sobre el mar, la biodiversidad y la historia social de este territorio costero del norte de Chile.
El proyecto fue liderado por la investigadora del SECOS Fernanda Oyarzún, en el marco de la iniciativa Tiempos de Muralismo: Patrimonios Socio-Ecológicos y Memoria, y se desarrolló a lo largo de todo el año con la participación de más de 90 estudiantes y docentes del establecimiento. A través de talleres, salidas a terreno y actividades prácticas, las y los estudiantes exploraron su territorio desde múltiples dimensiones: la biodiversidad marina y el medio ambiente, la acuicultura y la gastronomía local, y las historias sociales, culturales e históricas que han dado forma a Tongoy.
“Trabajar con arcillas locales fue clave para conectar desde lo sensorial con el territorio y con saberes ancestrales de pueblos originarios como los diaguitas o la cultura El Molle”, explica Oyarzún. “Además, permitió comprender que la cerámica fue una de las primeras tecnologías humanas y que puede dialogar con tecnologías actuales como la realidad aumentada”.

Un proceso de creación con raíces en la tierra
Uno de los hitos iniciales de la obra fue un mapeo participativo con los segundos medios, donde estudiantes y profesores identificaron lugares significativos, relatos familiares, prácticas productivas y cambios socioambientales del borde costero. Este trabajo se articuló directamente con el currículum escolar, demostrando cómo la ciencia puede dialogar con las experiencias cotidianas y los saberes locales.
“En ese ejercicio vimos cómo los estudiantes se iban empoderando, reconociendo cuánto sabían a partir de sus propias vivencias: dónde pescan, qué especies conocen, historias familiares o cambios que han observado en el territorio”, señala Oyarzún. “Esa base de conocimiento es riquísima, y el proyecto permitió validarla, expandirla y conectarla con la ciencia, el arte y los contenidos escolares”.
La instalación se compone de una serie de “ostiones” de cerámica, modelado por los propios estudiantes utilizando pastas elaboradas con arcillas recolectadas en la zona del Elqui y Tongoy. Cada pieza funciona como un contenedor de información: en sus superficies se representaron paisajes locales, biodiversidad y medio ambiente, acuicultura y gastronomía e historia y cultura local, vinculando el currículum de artes y ciencias con la realidad inmediata de los jóvenes.
Posteriormente, el proceso se adentró en el trabajo material con el territorio. La comunidad educativa recolectó arcillas de la zona, aprendió a preparar pastas cerámicas y confeccionó moldes de ostiones, una especie emblemática para Tongoy. Cada pieza fue intervenida por las y los estudiantes con palabras, símbolos e historias grabadas en su superficie, convirtiendo a cada ostión en un fragmento de memoria colectiva.
“Pudimos ver cómo el conocimiento se volvía corporal y concreto: reconocer aves de los humedales, las formas de las flores del desierto florido o reconstruir cómo era el antiguo ferrocarril de Tongoy”, agrega Oyarzún. “También quedó en evidencia una enorme necesidad y capacidad de expresión creativa. Había momentos de absoluto silencio en la sala, con estudiantes completamente concentrados creando”.
La instalación final fue diseñada y montada de manera co-creativa entre estudiantes, profesoras y el apoderado del establecimiento y artista locales, Juan Pablo Fuentes, quien construyó el sistema de anclaje en fierro inspirado en los bolardos del muelle, aquellos puntos donde se amarran las embarcaciones. Este detalle no es menor: refuerza el vínculo simbólico entre la obra y la vida marítima que define a Tongoy.
Reconocimiento a la trayectoria
Durante la ceremonia de entrega, docentes y funcionarios del liceo recorrieron la instalación, leyendo las historias inscritas en los ostiones y reconociendo en ellas fragmentos de su propia experiencia y memoria territorial. La jornada incluyó además un reconocimiento a la directora del Liceo Carmen Rodríguez, Perla Araya, quien se jubilará el próximo año, por su permanente apoyo a las iniciativas de arte y ciencia impulsadas junto a SECOS durante los últimos años.
“Esta obra refleja la vinculación cotidiana de nuestra comunidad educativa con su entorno natural y marítimo”, señaló Araya. “Es recoger con las manos la arcilla que ha moldeado la historia de Tongoy desde los pueblos originarios hasta hoy, bajo el mismo suelo y frente a las mismas aguas que observan nuestros estudiantes”. La directora destacó también el valor educativo del proyecto y el trabajo conjunto con docentes e investigadores. “Este mural es una memoria colectiva que integra ciencia, arte y educación técnico-profesional, desde la acuicultura y la gastronomía, con una mirada de progreso y respeto por el entorno”, afirmó.
Aunque la obra ya fue presentada oficialmente a la comunidad docente, se espera una gran “re-inauguración” para marzo de 2025 donde se perfeccionará el sistema de anclaje e incluirá una placa que activará la realidad aumentada. En dicha instancia, en que los jóvenes protagonistas del proceso ya estarán de regreso en clases, podrán ver sus obras finalmente instaladas y operativas con la tecnología de realidad aumentada y paisaje sonoro, consolidando un espacio de reflexión permanente sobre la relación entre el mar, la ciencia y la cultura.