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La salud intestinal y su impacto en nuestras emociones: el rol clave de los probióticos

Salud y Ciencia

La conexión entre lo que comemos y cómo nos sentimos ha dejado de ser una intuición popular para transformarse en un campo de investigación científica en auge. La relación entre los probióticos, la microbiota intestinal y la salud mental es hoy uno de los temas más fascinantes en nutrición y neurociencia, y diversos especialistas coinciden en que mantener un intestino sano puede ser clave para el bienestar emocional.

Uno de los conceptos centrales en esta discusión es el eje intestino-cerebro, una red de comunicación bidireccional entre el sistema digestivo y el sistema nervioso central. Esta conexión opera a través del nervio vago, el sistema inmunológico y los metabolitos producidos por la microbiota intestinal. El dato que sorprende a muchos es que alrededor del 90% de la serotonina —neurotransmisor asociado al estado de ánimo— se produce en el intestino, lo que abre una ventana al abordaje integral de la salud mental desde lo alimentario.

En este contexto, los probióticos —microorganismos vivos que, al consumirse en cantidades adecuadas, benefician la salud— han demostrado tener un rol destacado. Estos se encuentran de forma natural en productos fermentados como el yogur con cultivos vivos, el kéfir, el chucrut, el kimchi, el miso, el tempeh y la kombucha. Su consumo favorece el equilibrio de la microbiota intestinal, apoya el sistema inmune y, más recientemente, se ha vinculado con efectos positivos en la salud mental. Cuando estas cepas probióticas tienen efectos sobre el cerebro y las emociones, se denominan psicobióticos.

Es importante diferenciar entre probióticos y prebióticos, estos últimos son fibras vegetales no digeribles que sirven como alimento para las bacterias beneficiosas. La combinación de ambos se conoce como simbióticos, y su presencia conjunta en la dieta puede favorecer una microbiota diversa y saludable.

Estudios recientes en humanos y animales han respaldado la capacidad de ciertas cepas de probióticos para reducir el estrés, mejorar el ánimo y disminuir síntomas de ansiedad o depresión leve. Entre las más investigadas destacan Lactobacillus rhamnosus, Lactobacillus helveticus, Bifidobacterium longum y Bifidobacterium breve, cada una con efectos específicos. Se ha observado que los beneficios aparecen tras un consumo regular de entre 3 a 8 semanas, por lo que la constancia es un factor esencial.

Aunque para muchas personas una alimentación equilibrada y rica en alimentos fermentados puede ser suficiente, en ciertos casos como el uso reciente de antibióticos, afecciones digestivas o períodos de alto estrés, los suplementos probióticos pueden representar una ayuda complementaria. Eso sí, su consumo debe hacerse con orientación profesional, ya que no todos los productos contienen cepas eficaces y existen situaciones clínicas —como inmunosupresión o enfermedades intestinales graves— donde su uso requiere evaluación médica.

La salud de la microbiota también puede verse comprometida por factores como el estrés crónico, el tabaquismo, la falta de sueño, una dieta pobre en fibra, el sedentarismo o el uso frecuente de antibióticos. Cuando esto ocurre, pueden presentarse síntomas que van más allá de lo digestivo: fatiga, alteraciones del ánimo, dificultad para concentrarse y problemas del sueño son señales de alerta de una microbiota desequilibrada o disbiosis.

Para cuidar simultáneamente la salud intestinal y emocional, se recomienda mantener una alimentación rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y fibras prebióticas, además de reducir el consumo de azúcares y ultraprocesados. Sumado a esto, hábitos como la actividad física, el descanso adecuado y técnicas de manejo del estrés contribuyen de manera decisiva.

La fibra dietética, especialmente la que actúa como prebiótico, cumple un papel fundamental: sirve de alimento a las bacterias beneficiosas, que al fermentar estas fibras producen ácidos grasos de cadena corta, compuestos antiinflamatorios con múltiples efectos positivos a nivel intestinal y sistémico.

El equilibrio entre dieta, microbiota y salud mental es hoy más relevante que nunca. Comprender el impacto de lo que comemos sobre nuestras emociones nos permite adoptar un enfoque preventivo y consciente sobre nuestro bienestar general. Porque, como muestran las evidencias científicas actuales, cuidar el intestino es también cuidar la mente.

Joyce Alfaro Tapia
Interna de Nutrición y Dietética

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