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Jorge Peña Hen: El maestro que democratizó la música docta en el país

Con motivo de su natalicio, y a través de la recopilación de distintos testimonios, cintas y cartas, Universidad de Chile Podcast destaca la vida y legado de uno de los maestros orquestistas más importantes del siglo XX. Conocido como un pionero en el desarrollo de las primeras orquestas infantiles de Sudamérica, fue una figura clave en la descentralización cultural de Chile bajo el alero de la Casa de Bello.

Un 16 de enero de 1928 nació en la ciudad de Santiago Jorge Washington Peña Hen, hijo del matrimonio entre el doctor Tomás Washington Peña Fernández y la pianista Vitalia Ester Hen Muñoz. Su vida transcurrió entre las ciudades de Santiago y la conurbación La Serena-Coquimbo, pero sería en esta ultima localidad donde finalmente plasmó gran parte de su proyecto musical. Siendo constante este tránsito entre capital y provincia, Peña Hen pudo reconocer las desigualdades culturales y sociales que existían en el país.

José Miguel Castillo Didier, académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades y autor del libro Jorge Peña Hen (1928-1973) Músico, maestro y Humanista Mártir, afirma que “todo lo que se hizo y que fue bien importante se hizo en torno a Santiago, para Santiago. El Instituto de Investigación Musical y la propia Facultad de Ciencias y Artes Musicales de la Universidad de Chile.

La gente tenía que venir de provincia a estudiar aquí. La primera persona que pensó y se propuso cambiar este panorama de la música en torno a Santiago y solamente para Santiago fue el maestro Jorge Peña Hen”, señala el historiador.

No había duda que su pasión siempre fue la música, algo en lo que también influyó su herencia familiar. El libro de Castillo Didier, publicado por Editorial LOM, destaca que su abuelo, Daniel Hen, era un conocido violinista y reparador de pianos de la ciudad de Ovalle.

Por otro lado, su abuela, Irene Muñoz, fue pianista toda su vida, gusto que les traspasó a su hija Vitalia y esta lo hizo a sus hijos Silvia y Jorge. Sin embargo, Jorge Peña Hen no solo disfrutaba interpretarla, sino también componerla. Por ello, en 1943, a la edad de 14 años, ingresó al Conservatorio Nacional de Música (actual Departamento de Música de la Universidad de Chile), en donde tuvo maestros como Pedro Humberto Allende y Domingo Santa Cruz.

Allí fue un activo líder, convirtiéndose en presidente del Centro de Alumnos de la Facultad de Ciencias y Artes Musicales. También en 1950, y con solo 22 años, fundó la sociedad Juan Sebastián Bach, un continuador espiritual de la Sociedad Bach de 1917, que a su vez fue la creadora de la Facultad de Artes de 1929.

En particular, la sociedad Juan Sebastián Bach buscaba extender y difundir la música a nivel nacional, organizando orquestas y llevando a músicos del Conservatorio a distintas partes del país, quienes incluso visitaron distintas cárceles, hospitales y regimientos. Este sería el gran antecedente de uno de sus mayores proyectos.

La Escuela Experimental De Música

Para 1957, Jorge Peña Hen ya se encontraba radicado en la ciudad de La SerenaCon el apoyo de la Universidad de Chile, creó y se convirtió en el primer director del Conservatorio Regional de La Serena, la primera repartición de la Casa de Bello en provincia. Sin embargo, las distintas luchas por financiamiento y la disolución de la Orquesta Filarmónica de La Serena lo llevaría a focalizarse en su mayor vocación: La enseñanza.

Los niños fueron su mayor foco a la hora de pensar la música. Como señala el profesor Castillo Didier, para Peña Hen la música era lo que hacía a una persona completa. Es por ello que él consideraba relevante trabajarlo desde la primera infancia hasta la adultez. “Él siempre dijo que la música hace mejor al hombre. Por lo tanto, los niños que aprendían música, aunque no vayan a ser músicos profesionales, van a tener una semilla de humanismo, de bondad en su interior“.

Fue así como en 1964 fundó la Escuela Experimental de Música, gran proyecto que le permitió crear las primeras orquestas infantiles de Chile y de Sudamérica. Así lo relata Guillermo Milla, Oboísta de la Orquesta Sinfónica Nacional y también egresado de la Escuela Experimental. “Estando ahí teníamos todas las asignaturas que dictaba el Ministerio, teníamos en las mañanas todos los ramos tradicionales y se agregaban teoría y solfeo, que es cómo nos enseñan a descifrar las notas musicales para poder tocar. (…) De lunes a viernes en las tardes se hacían las clases de instrumento. Entonces la formación académica tradicional iba de la mano de la enseñanza de los instrumentos musicales”.

Al respecto, Milla reconoce esta escuela como un proyecto novedoso y que requirió de mucho trabajo, pues muchos instrumentos ni siquiera se podían conseguir. “En esa época ni siquiera había instrumentos, no había casas de música, no había importaciones de instrumentos. Entonces, por esa razón, muchos profesores prestaban su instrumento a los alumnos y por ahí se fueron rescatando algunos instrumentos que estaban en algunas casas como una reliquia, y con eso se empezó a trabajar. Después se dieron cuenta que había más alumnos y faltaban instrumentos y don Jorge con los carpinteros de la escuela comenzaron a fabricar violines”.

El desarrollo de la Escuela y las orquestas infantiles permitió que muchos niños de escasos recursos o que jamás habían podido acceder a las orquestas se vincularan con la música. De esta forma, se gestaron giras internacionales por países como Argentina, Perú y Cuba. En aquel momento, su foco educador fue destacado por él mismo en el Teatro del Liceo de Niñas el 21 de diciembre de 1967.

“Lo más importante de todo esto, más grande que la ley de financiamiento y que todo esto, es el que en estos momentos el país completo reconoce esto como el planteamiento definitivo y verdadero para abordar el problema musical del siglo”, señaló en ese entonces Peña Hen.

El mismo maestro dejó de considerar esto como un experimento, siendo un gran convencido de que este era el camino para una formación educativa completa. Durante una gira internacional en Lima, en 1970, Jorge Peña Hen se dirigió a sus estudiantes y les señalo esto mismo, destacando el enorme progreso logrado por ellos.

“Ya hemos salido de la etapa de lo anecdótico, hemos salido de la etapa de la simple aventura o del simple paseo. Hemos salido de la etapa de la cosa pequeña de provincias para asociar todo aquello con la etapa en la cual salimos al extranjero, vamos a una capital extranjera y salimos con éxito de esta dura prueba. Estas son cosas muy lindas”, comentaba el compositor.

El asesinato del artista, la inmortalización del legado

En 1973, en medio del agitado clima político que culminó con el golpe de Estado al gobierno de Salvador Allende, Jorge Peña Hen fue detenido el 19 de septiembre en su domicilio de calle Cienfuegos 226, en la ciudad de La Serena.

Circunstancias como su militancia en el Partido Socialista y haber realizado una gira en Cuba le valieron ser considerado un extremista. Tras pasar cuatro días incomunicado en una comisaría, fue trasladado al Regimiento Arica de la misma ciudad junto a otros 14 presos políticos. En su encierro escribió su última partitura en un papel para cigarros y usando de tinta fósforos quemados.

El 16 de octubre fue uno de los 16 fusilados en el Regimiento Arica por la Caravana de la Muerte. Su asesinato fue en el mismo recinto donde llegó a interpretar distintas obras que lo volvieron conocido como parte de la Sociedad Juan Sebastián Bach. Su cuerpo estuvo desaparecido por 25 años hasta que en 1998 se encontraron sus restos ocultos en una fosa común del Cementerio General de La Serena.

Más allá de las trágicas circunstancias de su muerte, José Miguel Castillo afirma que su mayor obra fue sacrificar su carrera como compositor para enfocarse en la educación, ya que su repertorio, si bien destacable, fue acotado. “El ser un gran instrumentista, el ser un gran compositor, el ser un gran director de orquesta lo sacrificó por su pasión por la enseñanza y por la enseñanza a los niños más modestos”, plantea el académico.

Como ex alumno suyo, Milla -músico profesional por más de 38 años- destaca que él fue un maestro cuya visión de la educación musical ha trascendido hasta hoy. “En una oportunidad el maestro nos contó que si imaginamos una pirámide y abajo había 100 niños estudiando música y llegaba uno a ser profesional, estaba contento no solo por el que llegaba a ser profesional, sino también por los 100 de abajo porque conocieron la música de adentro y la sienten como una necesidad en la formación personal. Esos 100 niños de abajo, más el de arriba y todos los del medio, son 100 familias. Entonces, él quería que la música de alguna forma entrara un poco más a nuestra sociedad”.

Si bien su muerte dejó inconclusa parte de sus proyectos musicales, estos siguieron vivos gracias a la acción de familiares como su esposa, la pianista y ex académica de la Universidad de Chile, Nella Camarda, su hermana y pianista Silvia Peña Hen; sus hijos Juan Cristián Peña Camarda y María Fedora Peña Camarda; y también de todas aquellas personas que hoy disfrutar de las distintas orquestas y conciertos que se realizan en el país.

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