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Agricultoras de Limarí y Choapa se la juegan con la hidroponía y mejoran sus ingresos con baja demanda hídrica

Más del 60% de quienes pertenecen al programa “Transferencia tecnológica para el cultivo de hortalizas hidropónicas en la Región de Coquimbo” son mujeres.

Todos los días Claudia Olivares, pequeña agricultora de Punitaqui, revisa que el sistema de recirculación de agua de sus dos invernaderos con cultivo de lechugas hidropónicas funcione correctamente, también, junto a su marido, se preocupa de su hija más pequeña, quien la acompaña en sus labores desde que inició con el proyecto en la etapa piloto el 2019 adjudicándose el primer invernadero cuando su hija menor aún era una bebé, acción que no pudo realizar con sus hijos mayores, que debieron dejar al cuidado de terceros para salir a trabajar.

“La criamos acá en familia, no tuvimos que cada uno irse a trabajar y que alguien la cuidara, nosotros podemos estar con ella siempre”, destacó la agricultora, quien además de lechugas hidropónicas tiene gallinas, cabras, frutillas, frambuesas y tunas, entre otros cultivos, en lo que ella denomina su “granja autosustentable” a la que llegan sus clientes a comprar directamente al huerto, por lo que puede compatibilizar perfectamente su maternidad con sus actividades productivas.

Así como Claudia, son varias las mujeres que encontraron en la agricultura un sustento que además les permitió cuidar ya sea de sus hijos, nietos o padres. Emilia Araya, también de Punitaqui pudo criar a sus tres hijos, ahora adultos, con la agricultura una vez enviudó y es ahora su nieta, quien la apoya en el embalado de lechugas hidropónicas, su nuevo cultivo, el que pudo obtener gracias al programa “Transferencia tecnológica para el cultivo de hortalizas hidropónicas en la Región de Coquimbo” ejecutado por el Instituto de Investigaciones Agropecuarias INIA Intihuasi y financiado a través del Programa de Gestión Territorial para Zonas Rezagadas del Gobierno Regional de Coquimbo.

Para Araya, quien nació y se crío en la localidad de El Hinojo, el cultivo de flores, frutillas y árboles frutales fue la mejor alternativa para compatibilizar sus labores como madre, pese a no tener grandes ingresos, “he luchado con la agricultura, porque quería algo para no salir de mi casa, para que cuando mis hijos llegaran yo estar ahí”, indicó Araya, quien ahora vende sus lechugas hidropónicas, generando así un ingreso extra.

El caso de Juvenila Estay es algo diferente, oriunda de Canela, debió irse a estudiar a la Región de Valparaíso a los 13 años, donde se casó e hizo su vida, trabajando en Olmué, fue hace cinco años que volvió a la comuna para ayudar, junto a su marido, a sus padres ya mayores, donde decidió emprender con el turismo rural, obteniendo, además, un invernadero para cultivo de hortalizas hidropónicas. “Se gana mucho menos, pero tenemos tranquilidad. El invernadero es una ayuda que nos dieron para no trabajar tan pesado, una ya se jubila y es un trabajo más liviano”, sostuvo.

Y es que el invernadero con cultivo de lechugas hidropónicas en mesones de cultivo con sistema de raíz flotante, cumple con varios factores que han incidido en que especialmente las mujeres se dediquen a él, así lo aseguró Constanza Jana, investigadora de INIA Intihuasi y directora del proyecto.

“Más del 60% son mujeres, porque en realidad nosotros, al momento de selección de beneficiarios, siempre estuvimos apuntando a la paridad de género. La verdad es que la hidroponía tiene la ventaja de que puedes producir una buena cantidad de plantas en poca superficie, entonces se adapta a la parcela en la que están las casas de los agricultores, y eso significa que se puede tener una unidad productiva en el hogar, por eso es tan importante para las mujeres, porque pueden estar a cargo de sus hijos pequeños y a la vez tener el cultivo”, indicó Jana, destacando el compromiso de las beneficiarias, no solo de las que adjudicaron el invernadero directamente, sino también de las esposas de los beneficiarios, quienes trabajan con ellos codo a codo, “las mujeres le han tomado el gusto a esto, también tenemos varias con edad superior a los 70 años y también están en sus casas con sus jardines, no tienen que ir lejos, en general las señoras son las más entusiastas”.

Ingresos extra y nuevas amistades

Además de producir con poca cantidad de agua, en pequeñas superficies y con comodidad, debido a su altura, el cultivo de esta hortaliza ha significado para las familias un ingreso extra por la buena recepción que han tenido en las ferias locales y también ha propiciado amistad entre las mismas beneficiarias de las comunas de rezago, Monte Patria, Combarbalá, Punitaqui y Canela puesto que se generan intercambios en los talleres mensuales, así como en la misma implementación de los invernaderos y mesones de cultivo, construidos colaborativamente y bajo el método de aprender haciendo.

“A mí me trajo una amiga a los primeros talleres, me gustó, me quedé y salí seleccionada. Económicamente nos ayuda y estamos ocupados, para salir adelante tenemos que tener la mente siempre activa y socializar, ya nos conocemos, nos ayudamos unas a otras, porque el proceso ha sido así, colaborativo, acá se gana menos pero la tranquilidad aumenta”, expresó Juvenila Estay.

Por su parte Emilia Araya destacó que el cultivo es más cómodo, “por la edad y todo uno no anda tan agachada, es un cultivo limpio, además ha sido muy lindo porque uno conoce a las personas, se va haciendo más cercanía con ellos y para vender igual, yo las llevo a la feria de Punitaqui al Mercado Campesino y ahí nosotras vendemos nuestras lechugas”.

Claudia Olivares en tanto sostuvo que, “el mayor beneficio en comparación con las hortalizas de tierra es que se trabaja en altura, no hay maleza, la eficiencia del agua es impresionante, porque le hacemos un uso muy eficiente del agua, además están limpias y ordenadas y se pueden producir una mayor cantidad de lechugas en un espacio más pequeño”.

Claudio Salas, director regional de INIA Intihuasi valoró el compromiso de los 46 beneficiarios y beneficiarias y especialmente de las mujeres que cada día se preocupan tanto de sus cultivos, como de su familia. “La crisis hídrica que enfrenta actualmente la Región de Coquimbo afecta considerablemente a pequeños y pequeñas productoras de zonas de rezago, quienes han visto en los programas de INIA una oportunidad para seguir con la agricultura, cada vez más compleja en el escenario actual. Tomar esta tecnología y hacerla suya, innovando y saliendo adelante con sus familias es parte de nuestro objetivo como Institución, buscando la seguridad alimentaria y la eficiencia hídrica, a la vez que apoyamos a la agricultura familiar campesina”.

Christian Álvarez, seremi de agricultura sostuvo que parte del compromiso del Minagri es justamente apoyar a la agricultura familiar campesina, propiciando oportunidades que permitan una mayor seguridad alimentaria y eficiencia hídrica. “Es gratificante conocer las historias de las personas que están siendo beneficiadas con este programa que tiene una eficiencia hídrica importante, llegando a ahorrar hasta un 50% de agua comparándola con el cultivo en tierra, y además en una superficie menor. Que las madres puedan generar un ingreso extra compatibilizando esta labor con el cuidado de sus hijos me parece de una gran relevancia”.

Por su parte, Krist Naranjo, gobernadora regional de Coquimbo, sostuvo que “el rol de la mujer en la agricultura es fundamental y claro ejemplo de ello es el compromiso demostrado por las beneficiarias del programa ejecutado por INIA y financiado por el Gobierno Regional en las comunas de zonas rezagadas, trabajando en el cultivo hidropónico, que es un cultivo que requiere orden y dedicación, con entusiasmo. Con este programa fortalecemos la equidad de género, la descentralización y la sostenibilidad”.

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