Hito celebrado alrededor del mundo, en Chile el arribo del Año Nuevo ha tenido curiosas variaciones. A horas del 2023, repasamos algunas de las tradiciones que se mantienen y otras que se perdieron con el tiempo en nuestro país.
Se nos va. El 2022 cuenta las horas para despedirse, mientras que el 2023 asoma como uno de los años más desafiante en materia sanitaria, climática y económica. Pero antes de enfrentar los momentos difíciles, los chilenos alistan las celebraciones en torno al 1 de enero.
Sin embargo, los festejos no siempre han sido tal como los conocemos.
Carlos Maillet, director de la Licenciatura en Arte y Conservación del Patrimonio, recoge y repasa algunas de las mayores modificaciones que ha sufrido tal conmemoración con el pasó de las décadas.
“En Chile el Año Nuevo se celebra con la llegada el Imperio Español en el siglo XVI, anotando sus costumbres y tradiciones”, describe el académico.
“En esa época, los pueblos originarios celebraban el We tripantu o wüñoy Tripantu, que es la celebración del año nuevo mapuche y que se realiza en el solsticio de invierno austral, entre el 21 y el 24 de junio.
¿Cómo ha variado la celebración durante la historia?
La tradición parte el año 153 antes de Cristo con el calendario gregoriano, sistema de calendario más utilizado en Occidente, que registra el primero de enero como el primer día hábil del año.
La celebración ha tenido sus matices en diferentes épocas y por diferentes culturas y su adopción oficial también ha variado, desde las colonias españolas (1556) y portuguesas hasta el Edicto de Roussillon en Francia en 1564.
En 1752 el imperio britano lo adopta en la Ley de Calendario de 1750 y recién en el siglo XIX, Japón, China, Grecia y Turquí entre otras culturas.
Año nuevo y espacios públicos
Maillet detalla el periplo que ha tenido en nuestro país el festejo de Año Nuevo. “En Chile, a partir de la Independencia la celebración ha tenido una raigambre republicana (siglo XIX) muy marcada. Esto ha conllevado la celebración en el espacio público, más allá de la celebración privada tan propia de la Belle Epoque”, explica.
“En el espacio público se celebra generalmente desde un espacio alto, vistoso y que tenga una visión 360 grados”, agrega el investigador.
“Tal panorama se incrementa en el siglo XX, especialmente a partir de las construcciones más emblemáticas como la torre Entel en el centro de Santiago y los fuegos artificiales de Valparaíso que han sido un elemento tan tradicional de la cultura popular y que se congregan en el espacio público transformándolo en un espacio vivo”, precisa Maillet.
¿Existe alguna tradición a punto de desaparecer?
“Primero que todo, la posibilidad de festejar en conjunto en torno a los fuegos artificiales. Eso últimamente se ha visto en desmedro producto de los riesgos que conlleva la pirotecnia y el cuestionamiento al gasto que implican para los ciudadanos su implementación.
Recientemente se han integrado otras tecnologías que lo favorecen (…) ciertamente, revalorizar el espacio público, como elemento celebrativo, es una componente esencial del año nuevo y que se debe revitalizar con otros elementos creativos”.
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