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Pandemia Covid-19, Retorno Seguro y Política Pública.

Por Juan Pablo Briones Belmar

Durante los últimos días hemos visto como el Ejecutivo ha dado un giro inexplicable en
torno a cómo abordar la pandemia del Covid-19, ya que si bien durante semanas hizo un
llamado sostenido a quedarse en casa e iba estableciendo cuarentenas parciales y
progresivas, todo apuntaba a que en algún momento tendríamos una cuarentena total y
muchas personas se estaban preparando para ello. Este había sido el derrotero seguido por Italia, Francia y España y parecía coherente. Sin embargo, desde hace un par de días la consigna ha sido volver a una “nueva normalidad” o después llamado “retorno seguro”
cambiando la lógica de la política pública.

Al parecer el Ejecutivo cayó en cuenta de que Chile no se encuentra en ningún caso preparado para un lockdown o confinamiento total como lo hicieron en Europa o en Japón donde se estableció el confinamiento de la ciudad de Tokio hasta el seis de mayo. La razón es simple, nuestra realidad dista mucho de aquellos países con los que siempre relacionarnos. En efecto, la nuestra está marcada por la precariedad y lo sobre ideologizado de sus gobernantes.

El confinamiento y las cuarentenas parciales buscan ralentizar los contagios, aplanar la curva y así evitar el colapso del sistema hospitalario para lograr erradicar el Covid-19. Este es el objetivo de la política pública, asumiendo incluso que esto tendría grandes costos económicos y sociales.

Estas decisiones fueron acompañadas de una intensa actividad legislativa que la plasmaban. Al respecto, cabe mencionar que dicha agenda fue aprobada no sin antes ser duramente cuestionada tanto por sus efectos reales en la población como por el carácter ideológico de éstas. En este caso, el Ejecutivo apostó por seguir caminos ya transitados: la focalización del gasto acotándolo a los más necesitados entre los necesitados; la inyección de recursos frescos a las empresas; una ley anti despidos, que en la práctica resulta ser poco más que un permiso sin goce de sueldo.

Pero en definitiva, el Estado había tomado una decisión y enfrentaría los efectos sociales y económicos salvando las empresas y no financiando el consumo por parte de los
ciudadanos, pues, desde este su marco ideológico -y como fervientes feligreses- es lo que tienen que hacer. Bastan unos cuantos padres nuestros y unos aves marías y el libre
mercado haría lo suyo, como siempre.

Por su parte, llama la atención la nueva postura ante el problema sanitario que
significa la pandemia. La decisión cambió, ahora la consiga es reducir en lo posible el
número de contagios y que ojalá nuestro sistema hospitalario no colapse. Al respecto, en
política pública lo primero que se identifica es si el problema tiene o no solución y es desde allí de donde se actúa. En el caso del Covid-19, todo hace pensar de que se volvió a realizar el análisis y esta vez se llegó a la determinación de que simplemente no hay solución y que hay que retomar la normalidad.

En este retorno seguro ¿Podremos enfrentar la pandemia? El concepto de retorno
seguro reemplazó el de “Nueva normalidad” pues implica un mensaje confuso, podría
interpretarse con la existencia de algún cambio y ser vista por algunos visto como la
oportunidad de un cambio positivo en nuestra sociedad, un nuevo estadio de ésta, una
sociedad más fraterna entre nosotros los seres humanos más racional en cuanto a nuestra relación con el planeta, pero no es así. El Ejecutivo a través del marketing delimitó claramente el mensaje y evitar de esta forma interpretaciones erróneas. El retorno seguro implica normalidad a secas y el mensaje es claro: “regresa al trabajo y al consumo.

No hay dinero para enfrentar la crisis y tienes que asumir que muchos morirán”. Esto también es lo que están promoviendo Estados Unidos, Italia, España y otros.

Si la nueva política pública tiene el objetivo sólo de reducir en la medida de lo
posible los contagios y de muertes al menos debemos dejar presente que claramente NO somos Estados Unidos, la primera economía mundial, tampoco somos Italia, Francia o
España, que según la OMS tenían hasta antes de la pandemia los mejores sistemas
sanitarios del mundo y que a pesar de esto, hoy concentran el 60% de las muertes a nivel mundial y que el más afectado es Francia ya que el 13,9% de las personas que contrajeron el Covid-19 murieron. Por el contrario, nuestro sistema sanitario está lejos de ser uno de los mejores del planeta, ya que, en los hospitales de nuestro país las largas listas de espera, la falta de especialistas y la poca confianza con nuestro sistema sanitario ya son parte del paisaje.

Una vez establecidos los protocolos del “retorno seguro” la suerte estará echada.
Cada quien fabricará sus propias mascarillas y tomará las medidas de resguardo de
acuerdo a sus posibilidades, total la trazabilidad será imposible o simplemente ya dará lo
mismo. Quienes no tengan la fortuna de hacer teletrabajo convivirán en las calles con
personas con mascarillas de distinta calidad, unas certificadas, mascarillas de microfibra,
de mantel y así irán bajando de calidad hasta los simples pañuelos amarrados a la cara,
reproduciendo por enésima vez la desigualdad. El llamado a la distancia social será una
verdadera burla en las estaciones del metro, paradas de buses, colectivos y un largo
etcétera.


Al parecer todas las medidas de confinamiento parcial en que nos encontramos, o
las cuarentenas preventivas y los llamados a quedarse en casa cumplieron un objetivo no
declarado y esperemos de buena fe que no sea así. Este es el de hacer coincidir las muertes por coronavirus con la época invernal, total, es cierto el hecho de que todos los años mueren ancianos y niños a causa de las enfermedades estacionarias. Recordemos que el 2019 fallecieron más de 20 casos de H1N1 y muchos otros por influenza.

Quizás este año seamos testigos de un invierno especialmente duro con los adultos
mayores y con quienes tengan enfermedades crónicas. Quien sabe, o a lo mejor en Chile se producirá un hecho digno de estudio: puede que el coronavirus siga los consejos del
ministro Mañalich y se haga buena persona y que por el contrario el resfrío común o la
influenza muten en personas muy malas y sean cientos o miles las personas que mueran
por un resfrío común este invierno.

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