Según el análisis, la pobreza energética es un fenómeno complejo que debe considerar no solo la conectividad a la energía eléctrica, sino también la satisfacción de las necesidades asociadas al uso energético y sus estándares.
Tener acceso a energía segura, asequible y no contaminante, disponer de condiciones de habitabilidad adecuadas y promover el conocimiento del usuario: éstas son las cinco dimensiones que condicionan la pobreza energética en Chile.
Es la conclusión de un estudio inédito en el país publicado hoy por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Ministerio de Energía, que sostiene que la pobreza energética restringe las posibilidades de desarrollo humano, social y económico a nivel personal como colectivo.
La investigación establece el punto de partida para elaborar un marco conceptual y metodológico que permita definir y medir la pobreza energética en Chile −principal objetivo del proyecto entre PNUD y Ministerio de Energía en el que se enmarca−, monitorear su situación y evolución y focalizar las acciones de política pública necesarias para superarla.
El estudio incluye un análisis de las definiciones y formas de medición que países como el Reino Unido, Francia, Irlanda, México o Brasil han venido desarrollando para determinar qué supone la pobreza energética, cómo afecta a las personas y de qué modo se puede abordar desde el Estado.
Una de las principales conclusiones del análisis es la constatación de que la pobreza energética es un fenómeno complejo que debe considerar no solo la conectividad a la energía eléctrica y su asequibilidad, sino también la satisfacción de las diversas necesidades asociadas al uso energético y los estándares que lo rigen, y que por ello requiere ser institucionalizada para un abordaje efectivo y eficiente desde la política pública.
CINCO DIMENSIONES ADAPTADAS AL CONTEXTO CHILENO
Así, el estudio establece cinco dimensiones que permiten examinar de manera integrada la pobreza energética en Chile:
1. El acceso a la energía, así como la calidad, continuidad y seguridad asociada
2. La asequibilidad económica de la energía: la relación entre el gasto que los hogares destinan a la energía y su ingreso
3. Las características estructurales de las viviendas y su eficiencia energética
4. La sustentabilidad energética, comprendida como una dimensión que garantizará la calidad energética en largo plazo en un contexto de descarbonización de la energía
5. La educación o alfabetización energética de los ciudadanos y ciudadanas, entendiendo que las opciones que toman en torno a la energía están condicionadas por la información y conocimientos que tienen al respecto.
Paloma Toranzos, Oficial de Medio Ambiente y Energía del PNUD Chile, vincula el estudio con los retos energéticos del país. “Chile debe lograr que su matriz energética sea inclusiva, que contribuya a reducir desigualdades y mejorar la calidad de vida de las personas”, opina.
“Para esto –y como lo señalamos en nuestras 10 claves ambientales−, es necesario generar condiciones institucionales para garantizar el acceso a servicios energéticos básicos, con estándares de confiabilidad, calidad y universalidad, lo cual permitirá afianzar una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos”, añade Toranzos.
Las dimensiones que propone el estudio serán validadas por las distintas instituciones y servicios involucrados en el proyecto. En su etapa final, y tras haberse consensuado el concepto de pobreza energética, se elaborará un plan de acción que incluirá un instrumento para medirla y orientar la toma de decisiones políticas.
La iniciativa se enmarca en los lineamientos de largo plazo de la Política Energía 2050 y el Objetivo de Desarrollo Sostenible 7, que destaca el potencial del sector energético para la reducción de las desigualdades, la generación de oportunidades productivas y la mitigación del cambio climático.