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Opinión: Nueva York no olvida a Gabriela Mistral

Ciertos lugares poseen una fuerza de atracción misteriosa, que cautiva y retiene a los grandes. Es el caso de la cosmopolita metrópoli y nuestra Gabriela. Un designio feliz permitió que la tímida Lucila, nacida en las tierras elquinas, estableciera una relación de privilegio con Nueva York, ya en camino a ser la capital cultural del siglo XX.

Hoy nos enteramos con intensa emoción y gran alegría que el 22 de septiembre recién pasado, se inauguró el Gabriela Mistral Campus, un colegio con capacidad para 785 alumnos, que está ubicado en el condado de Queens, en plena ciudad de Nueva York. Este nuevo establecimiento, nació gracias a la iniciativa de la Gabriela Mistral Foundation, en conjunto con el Departamento de Educación de la Ciudad de Nueva York y la colaboración de la Embajada de Chile.

El recinto es un edificio de 5 pisos que albergará 75 salas de clases y está destinado para estudiantes de 6, 7 y 8 grado, de los cuales un 95% es de origen hispano. Nueva York no olvida a nuestra ilustre poeta e intelectual y la honra con esta significativa obra educativa. Una relación con la ciudad que se comienza a tejer en el año 1922 y que se profundizaría a lo largo de 35 años hasta hacerse inmortal, un 10 de enero de 1957 cuando fallece en el Hospital Hempstead de la ciudad. Así lo había anunciado ya en 1938, en su profético poema La Extranjera: “Vivirá entre nosotros ochenta años… y va a morirse en medio de nosotros…de una muerte callada y extranjera”. Y son sus colegas, profesores norteamericanos que estudian español en el Instituto de las Españas, de la Universidad de Columbia los responsables del inicio de la relación de Gabriela con la ciudad. Deslumbrados por textos aparecidos en revistas y periódicos, desean leer más de la obra de esta insigne maestra del sur.

Mas para su sorpresa no existía nada publicado. Es así, como Federico de Onís, español y director del referido Instituto asume la tarea de convencer a Mistral de reunir en un libro sus notables escritos. Se publica entonces en 1922, su primer libro “Desolación”, en Nueva York. Sería el primer gran hito de nuestra gratitud con la metrópoli de inviernos gélidos. Años más tarde en 1930 cuando el presidente Carlos Ibáñez del Campo, suspendiera el pago de su pensión, sería nuevamente la Universidad de Columbia quien saliera en su auxilio financiero, abriendo a Gabriela las aulas del Barnard College donde se educaban las hijas de la élite neoyorkina. Gabriela con su natural y acendrado sentido moral nunca olvidaría aquello y siempre recordaba el talante respetuoso y dedicado a sus tareas de aquellas alumnas favorecidas por la fortuna que ella no tuvo de joven.

Tenemos así, el segundo hito de gratitud con NYC. Posteriormente, en la década del cincuenta, ya con su Nobel bajo el brazo, en esta ciudad enseñó, fue cónsul de Chile, y como profunda humanista escribió, entre otros mensajes memorables, su famosa carta “Llamado al Niño” que fue la base para la formación de UNICEF. La gran ciudad gozó también de su presencia iluminadora pues vivió allí los últimos años de su vida. Al fallecer se suspendió la sesión de las Naciones Unidas y se le rindió su merecido póstumo homenaje. Nace en nosotros, espontáneamente, un enorme sentimiento de gratitud hacia la ciudad de la gran manzana y su hermoso parque abierto. Qué broche de oro magnífico de esta relación inmortal sería impulsar un convenio de colaboración cultural e intercambio de estudiantes entre la Región de Gabriela Mistral y la ciudad de Nueva York, que promueva el conocimiento mutuo y apoye el desarrollo de nuevos talentos regionales para Chile y el mundo.

Por Rodrigo Marcone

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