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Astrónomos estudian misteriosas estrellas masivas

Estas jóvenes y abrasadoras estrellas no son más que fugaces personajes en el escenario cósmico y sus orígenes siguen siendo un misterio.

La gran nebulosa de donde nacieron estas gigantes, junto con sus entornos ricos y fascinantes, han sido captados en detalle por el VST (VLT Survey Telescope) de ESO, instalado en el Observatorio Paranal, en Chile.

RCW 106 es una extensa nube de gas y polvo situada a unos 12.000 años luz de distancia, en la constelación meridional de Norma (la regla del carpintero). Las regiones H II, como RCW 106, son nubes de gas de hidrógeno que están siendo ionizadas por la intensa y abrasadora luz de las estrellas jóvenes, haciendo que brillen y adoptando extrañas y maravillosas formas.

En esta imagen, RCW 106 es la nube roja sobre del centro, aunque gran parte de esta enorme región H II está oculta por el polvo y es mucho más extensa que la parte visible. En esta imagen de amplio campo del VST también pueden verse muchos otros objetos no relacionados. Por ejemplo, los filamentos de la derecha son los restos de una antigua supernova, y los brillantes filamentos rojos de la parte inferior izquierda rodean a una estrella muy caliente poco usual. En toda la panorámica cósmica pueden apreciarse parches de polvo oscuro.

Los astrónomos llevan tiempo estudiando a RCW 106, aunque lo que llama su atención no son las nubes carmesís, sino el misterioso origen de las potentes estrellas masivas enterradas en su interior. Aunque son muy brillantes, estas estrellas no pueden verse en imágenes de luz visible como ésta, ya que el entorno de polvo es demasiado espeso, aunque sí pueden verse claramente en imágenes obtenidas en longitudes de onda más largas.

En el caso de estrellas menos masivas, como el Sol, se conoce bastante bien su proceso de nacimiento —a medida que las nubes de gas se atraen debido a la gravedad, la densidad y la temperatura aumentan y comienza la fusión nuclear— pero esta explicación no parece ser adecuada para las estrellas más masivas, enterradas en regiones como RCW 106. Estas estrellas —conocidas por los astrónomos como estrellas de tipo O—, pueden llegar a tener varias decenas de veces la masa del Sol y no está claro cómo se las arreglan para reunir y almacenar la cantidad suficiente de gas para formarse.

Al parecer, las estrellas de tipo O se forman en las partes más densas de nubes como RCW 106 y son bastante difíciles de estudiar. Aparte del oscurecimiento por el polvo, otro desafío es la brevedad de la vida de una estrella de tipo O. Queman su combustible nuclear en apenas unas decenas de millones de años, mientras que las estrellas menos masivas tienen vidas que abarcan muchas decenas de miles de millones de años. La dificultad de formar una estrella de esta masa y la brevedad de su vida, implican que se trata de objetos muy escasos, sólo una de cada 3 millones de estrellas de nuestro vecindario cósmico es una estrella de tipo O. Ninguna de las que existen están lo suficientemente cerca como para llevar a cabo una investigación detallada, por lo que la formación de estas fugaces gigantes estelares sigue siendo un misterio.

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