La investigación de una década reportó la llegada de especies como castores, visones, vacas y ratas a sitios del área protegida donde no se habían registrado antes. Los expertos solicitan medidas contundentes de bioseguridad y tenencia responsable para resguardar este emblemático lugar del fin del mundo.
La Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, en la Región de Magallanes y Antártica Chilena, ostenta llamativos títulos, como ser el área protegida boscosa más austral del planeta. Además, alberga los parques nacionales Alberto de Agostini, Cabo de Hornos y Yendegaia, y forma parte de una de las 24 ecorregiones más prístinas del mundo, aunque podría perder tal calificación si aumentan las amenazas provocadas por el humano, como es la introducción y expansión de especies exóticas.
Un estudio, publicado recientemente por la revista Polar Biology, detectó nuevos registros de mamíferos exóticos invasores en 7 islas del archipiélago subantártico que protege la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos. El trabajo, que duró una década, muestra que el visón y el castor fueron las dos especies con la mayor cantidad de nuevas detecciones, seguidos por la vaca, jabalí, conejo, caballo y rata almizclera.
“En este trabajo obtuvimos nuevos registros de mamíferos invasores ya conocidos, particularmente en el área suroeste de la reserva, incluyendo a las islas Lennox, Picton y Nueva, además de Wollaston que es la más grande del Parque Nacional Cabo de Hornos. Los castores y visones aparecieron con mayor frecuencia, ya que cada especie fue registrada en tres nuevas islas”, señala Elke Schüttler, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes (UMAG).
“En el caso de los castores, los canales del archipiélago no representan un impedimento para su dispersión, pueden nadar y moverse entre islas. De hecho, lograron cruzar el estrecho de Magallanes y establecerse en el continente”, relata Ramiro Crego, miembro del IEB y UMAG durante el estudio, y actual investigador en el Centro de Ecología de la Conservación del Instituto Smithsonian (Estados Unidos).
Crego agrega que, en el caso de los visones, “no tienen mucha capacidad para nadar grandes distancias en aguas tan frías, pero mediante encuestas a pescadores locales, logramos evidenciar que los visones se suban a las embarcaciones sin ser percibidos, moviéndose de esa forma por varias zonas del archipiélago”.
La investigación se desarrolló entre los años 2006 y 2017, en 44 sitios de 13 islas de la reserva, e incluyó el monitoreo con cámaras-trampa, análisis de dieta de carnívoros foráneos (para corroborar su presencia o la depredación entre especies) y cuestionarios a las comunidades, entre otros. El equipo estuvo conformado por investigadores del IEB, UMAG, Universidad Austral, Universidad de North Texas (Estados Unidos) y del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG Magallanes).
Nicolás Soto, encargado regional de protección de recursos naturales renovables del SAG, en Magallanes, destacó el trabajo conjunto entre el organismo público y científicos: “Una expresión práctica de esta alianza, entre ciencia y gestión, ha sido por ejemplo el notable incremento de las investigaciones en torno a las especies de fauna invasora, directa o indirectamente relacionadas con los trabajos del SAG, y naturalmente las aplicaciones que dichos estudios han tenido en las políticas técnicas”.
Paseo en bote y abandono
Actualmente, existen 11 especies de mamíferos exóticos en la Reserva de la Biosfera: el castor norteamericano, visón, perro, gato, ratón doméstico, rata almizclera, rata marrón, conejo europeo, vaca, caballo y jabalí, sin contar al zorro gris, el cual es nativo en parte de Chile, pero no en Tierra del Fuego, donde fue introducido en la década de los 50.
Si bien no se ha reportado el ingreso de nuevas especies, el avance de los mamíferos establecidos a nuevos rincones del archipiélago preocupa a los científicos por los impactos ecológicos que producen.
La reserva está compuesta por un conjunto de islas que han quedado apartadas del continente. De esa manera, la fauna y flora autóctona evolucionaron bajo condiciones muy particulares, sin grandes presiones por parte de depredadores o herbívoros.
No obstante, frente al actual escenario, los animales vertebrados nativos de Cabo de Hornos – como aves, mamíferos y peces – son “ingenuos” y muy vulnerables a los ataques de ágiles predadores como ratas, visones, gatos y perros.
Algo similar ocurre con la flora de la zona. “Las lengas y coihues no se adaptan a suelos inundados y mueren cuando los castores construyen sus represas. Las vacas y caballos degradan los suelos con el pisoteo excesivo y la vegetación con el constante ramoneo. En general, estas especies producen un deterioro notable del ecosistema, cambiando las condiciones del flujo de los ríos y lagos, facilitando la expansión de otras especies exóticas, modificando la composición de la vegetación, o disminuyendo la abundancia de aves y roedores nativos por depredación”, detalla Crego.
Sin embargo, ninguna de estas especies ha arribado sola a estos parajes remotos, sino que ha sido a través del humano, de forma accidental o intencional por los multiples usos de las especies.
Para hacerse una idea, en la reserva viven 2.200 personas en total, con la población concentrada en Puerto Williams, en isla Navarino. Las principales actividades económicas son la pesca artesanal, la ganadería en pequeña escala y el turismo.
Considerando estos antecedentes, los investigadores realizaron encuestas a pescadores de centolla, evidenciando que tanto visones, perros y roedores han sido pasajeros en las embarcaciones.
Schüttler puntualiza que “el 74% de los pescadores encuestados han visto visones en sus barcos, posiblemente atraídos por el cebo para la captura de centolla. También las ratas y ratones pueden haber sido transportados en embarcaciones y, en el caso de algunos perros, se pierden o son dejados en las islas.”
La científica agrega: “Cualquier embarcación, ya sea velero, crucero, lancha de pescadores o de la Armada, puede contribuir a la llegada no intencional de mamíferos invasores a las diversas islas de este archipiélago subantártico”.
Otro problema es la falta de supervisión o el abandono de animales, lo que ha repercutido en la existencia de canes, felinos y caballos con libre movimiento o asilvestrados.
Las presiones para estos ecosistemas subantárticos no se detendrían, ya que se contempla la construcción de carreteras, muelles para cruceros, la ampliación de la pista del aeropuerto, la parcelación de tierras, así como la inminente instalación de la industria salmonera, que introduciría una nueva especie exótica depredadora en el entorno marino.
Todas estas actividades brindarían nuevas oportunidades para que las especies foráneas se dispersen a través del creciente tráfico aéreo, terrestre y marítimo.
Frente a este escenario, los investigadores apuestan por la prevención.
Schüttler recalca que Chile podría inspirarse en ejemplos como el de Galápagos, en Ecuador, instaurando un sistema riguroso de bioseguridad “que contemple chequeos de equipaje y zapatos, el control de plagas en las embarcaciones y acceso restringido para las embarcaciones”.
Para ello es fundamental el trabajo junto a los pobladores, operadores turísticos y organismos públicos y privados, con el fin de controlar las embarcaciones en los distintos puntos de acceso, evitando así el traslado y la propagación descontrolada de más especies exóticas, como ha ocurrido recientemente con la llegada de la chaqueta amarilla y otros insectos supuestamente transportados en cajas de fruta.
Otro aspecto clave es impulsar la tenencia responsable de mascotas y ganado a través de campañas de educación y medidas como esterilizaciones y ordenanzas municipales.
Además, se necesitan planes de manejo en los tres parques nacionales al interior de la reserva. Un caso crítico es el Parque Nacional Cabo de Hornos, el cual enfrenta – según el estudio – un mayor riesgo de ser colonizado por estos mamíferos, aunque continúa la incertidumbre sobre la posible presencia de castores en el lugar.
Otras de las recomendaciones de los expertos es promover la ciencia ciudadana, donde la comunidad esté involucrada directamente en la búsqueda de soluciones, así como el monitoreo sistemático de largo plazo, por parte de investigadores e instituciones como el SAG, lo cual amerita más financiamiento y personal.
El representante del organismo estatal concuerda con la necesidad de un programa que se enfoque en la prevención y en el control estratégico de áreas sensibles. “El fortalecimiento de la normativa incluye, por ejemplo, llenar vacíos legales tales como la situación de animales domésticos bravíos y salvajes (perros, cerdos, gatos, otros), y dotar de facultades específicas a los servicios vinculados con la conservación, manejo y control de fauna silvestre”, afirma Soto.
Schüttler subraya que “existen fronteras biogeográficas dentro del mismo país, como los campos de hielo que separan el norte de Magallanes y los cuales representan barreras naturales para las especies. Si a estos lugares aislados llegan nuevas especies, las consecuencias son graves y siempre es más económico prevenir que ‘arreglar’ después. La Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos es y será un destino verde a escala internacional, cada vez más buscado, lo cual debería reflejarse en una política de conservación del estado aún prístino de la zona.”
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