El proyecto liderado por el CEZA de la Universidad de Chile y apoyado por FIA busca establecer estrategias agronómicas para hacer una mejor gestión del riego, en una zona donde los sistemas frutícolas se han visto cada día más presionados por la condición de déficit hídrico cada vez más recurrente en ese territorio.
La mayoría de los escenarios de cambio climático para la zona norte de nuestro país sugieren un proceso de aridización constante y que ha tenido como consecuencia 10 años de escasez hídrica en el Norte Chico (2007-2016), esperándose un aumento en la frecuencia e intensidad de las sequías. Sin duda algo que afecta a la actividad agrícola y que preocupa a la región de Coquimbo, en vista de la condición estructural de déficit hídrico que está enfrentando ese territorio.
Un grupo de investigadores pertenecientes al Centro de Estudios de Zonas Áridas, CEZA, de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile, con el apoyo con el de la Fundación para la Innovación Agria, FIA, presentaron los avances del proyecto “Estrategias agronómicas de gestión del riego que permitan aumentar la productividad y la sustentabilidad de los sistemas frutícolas ante el proceso de aridización”, en un día de campo llevado a cabo en Ovalle, mostrando los sistemas de monitoreo del estado hídrico del suelo y plantas, y que en este caso se focalizó en los cultivos de olivos y viñas, ya que esta iniciativa incluye también a paltos.
Esto en el contexto en que se hace urgente contar con herramientas de gestión del recurso hídrico con respaldo científico, que permitan adaptar a la agricultura al nuevo escenario climático y no sólo implementar medidas reactivas ante la emergencia, ya que este tema es especialmente sensible para los sistemas agrícolas de largo plazo, como los basados en cultivos permanentes como frutales y viñas, sector económico importante para esta región.
Para FIA, cuya misión es fomentar una cultura de la innovación en el sector agrario, agroalimentario y forestal, su compromiso con el desarrollo de una agricultura sustentable, definiéndola como uno de sus ejes estratégicos, en concordancia, además, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, y haciendo eco a lo que planteó el Ministerio de Agricultura de promover un sector competitivo e inclusivo, basado en la sustentabilidad económica, ambiental y social.
“El principal objetivo de este proyecto es identificar las estrategias de manejo agronómico que presenten una respuesta positiva y consistente durante tres temporadas, que sean factibles de implementar técnicamente y aseguren la sustentabilidad de la producción en el largo plazo. Además, se están desarrollando análisis de rentabilidad de las estrategias exitosas, para ampliar la base de información disponible para los agricultores y con ello disminuir la incertidumbre que frena el proceso de innovación”, explica Maurice Streit, ejecutivo de innovación agraria de FIA.
FIA ha ido abordando estos temas a partir de nuestro programa de Adaptación al Cambio Climático y de Gestión en Recursos Hídricos, entre cuyos objetivos está el desarrollo de proyectos de innovación orientados a la adaptación del sector agrario, agroalimentario y forestal.
Riego deficitario controlado
Entre los frutales con mayor superficie plantada en el país se encuentra el olivo, que se distribuye en nueve regiones, con un total de 20.343 hectáreas, destacando una mayor proporción en la IV, VI y VII región. Esta especie es un frutal de hoja persistente que tolera bajos contenidos de agua en el suelo. Se destaca por poseer una alta capacidad de recuperación en cortos periodos de tiempo, por lo que resiste suelos salinos, temperaturas extremas y sequía.
“El escenario actual plantea desafíos especiales en un clima cambiante para nuestra Macrozona Norte, pues áreas actualmente favorables para un cultivo dado, como el olivo, pueden llegar a convertirse en desfavorables durante el ciclo productivo del huerto, por lo que los manejos agronómicos que se realizan durante una temporada pueden repercutir en el desempeño del cultivo en las temporadas siguientes”, agrega Streit.
Por medio de este proyecto se han implementado distintos manejos agrícolas orientados a utilizar de manera eficiente el agua aplicada en olivos. Así lo explica Oscar Seguel, coordinador del proyecto y profesor de la Universidad de Chile. “Uno de esos sistemas fue el riego deficitario controlado, que es una estrategia de reducción del aporte hídrico a la planta en distintos estados fenológicos, generando un estrés que no ocasiona pérdidas de rendimiento y calidad del producto”.
“Este tipo de manejo ha sido utilizado en distintos tipos de frutales para optimizar la eficiencia de uso de agua en términos de la razón rendimiento/agua, por lo que no solo genera una disminución en la cantidad de agua a utilizar, sino también un ahorro de energía y en los costos de producción, lo cual hace más competitiva la producción agrícola”, agrega.
Se realizó un estudio experimental durante el periodo de cultivo, considerando dos niveles de intensidad en la restricción hídrica. Las plantas, a pesar de estar más estresadas, se pudieron recuperar gracias a las lluvias de primavera y alcanzaron los valores de las plantas sin estrés al final de la temporada. En cuanto a los rendimientos, la restricción más severa generó una baja en la producción de aceite, mientras que en la menos intensa los olivos no se diferenciaron del control.
Estos resultados, si se confirman durante las próximas temporadas, podría constituir una estrategia pertinente ante la sequía, permitiendo ahorrar agua de riego durante un periodo de menor sensibilidad del árbol, sin afectar el rendimiento y la calidad de los frutos.
Tratamientos de poda y aplicación de enmienda en viña
Una de las premisas que plantea la FAO es que, para afrontar la escasez hídrica que están viviendo los territorios, se debe focalizar las estrategias en la capacidad de retención de agua en el suelo, la eficiencia en su uso y la capacidad de resiliencia de las plantas para combatir de buena manera escenarios de sequías. Para ello existen prácticas como la incorporación de materia orgánica al suelo, ya que está íntimamente ligado con la calidad y salud del suelo, favoreciendo la funcionalidad de éste.
En base a la experiencia adquirida en un estudio previo, el equipo de investigadores aplicó dos tipos de enmiendas de suelo (ácido húmico y bacterias fijadoras de nitrógeno) y tres niveles de poda (sin poda, poda mediana y poda severa). Si bien son resultados preliminares y generados en una primera temporada, lo cierto es que se está llegando a la combinación adecuada para mejorar la resistencia del viñedo al estrés hídrico.
“Todo indica que, tanto la poda como la aplicación combinada de enmiendas orgánicas y biológicas, permiten mejorar la respuesta fisiológica de la vid Chardonnay y el almacenamiento de agua aprovechable en el suelo en una fase inicial de un déficit hídrico prolongado”, concluye.
Cabe señalar que de este proyecto “Estrategias agronómicas de gestión del riego que permitan aumentar la productividad y la sustentabilidad de los sistemas frutícolas ante el proceso de aridización”, fue parte fundamental el investigador Dr. Nicolás Franck Berger (q.e.p.d.) como gestor de la idea original.