El fenómeno de la delincuencia es una realidad que nos acompañará constantemente, sin embargo, el modo de abordar este fenómeno da cuenta del grado de madurez institucional y social que tenemos.
A propósito del proceso eleccionario en el que nos encontramos inmersos, solemos ver y escuchar afirmaciones que dan cuenta del deseo de algunos por hacer justicia con sus propias manos, o por exigir que todos los que comenten delitos sean dura y ejemplarmente castigados. Pero, ¿Es ésta una forma adecuada de dar respuesta a los ilícitos que se comenten en la sociedad? Creemos que no. Quizá el desafió más complejo al que nos enfrentamos, diga relación con la necesidad de buscar sanciones idóneas al perfil de los delincuentes. No basta con desear que se aplique el máximo de la pena prescrita a un delito o, con pretender eximir de responsabilidad a un infractor de la ley. Sucede, y así se ha constatado por los estudios en el tema, que existen perfiles criminógenos en los que por más que socialmente sea deseable una condena dura, no es recomendable a los fines de la reinserción social de ese individuo que reciba un castigo de reclusión o cárcel, sino más bien sea objeto de una intervención potente, en el medio libre, con el objeto de reconducir la conducta de ese sujeto dentro de la sociedad. Al contrario, existen casos, en que pese a que el ilícito pueda parecer de poca importante, atendida el perfil delictual de ese infractor, sea más pertinente una sanción más fuerte, con el objeto de cortar de raíz su conducta antisocial. Se trata en el fondo, de avanzar a un modelo de justicia penal que salga del cauce adversarial típico.
No basta con llenar las cárceles, si finalmente no se logrará reinsertar a esa persona en la sociedad, como tampoco podemos pretender que todos queden exentos de responsabilidad, si con ello damos señales de debilidad institucional. Se hace necesario revisar la legislación actual con el objeto de perfeccionarla con miras al logro de un beneficio superior. Deberemos dar muestras de madurez y generosidad a la hora de recibir y entregar oportunidades a todos aquellos que, por diversas razones, han equivocado sus decisiones. Una sociedad madura y democrática, es aquella que avanza en el reconocimiento, protección y fortalecimiento de todos o la mayoría de los miembros de su comunidad, entenderlo de forma diversa es caer en la barbarie.
Carlos Galleguillos Carvajal
Seremi de Justicia y Derechos Humanos
Región de Coquimbo