La Directora del Centro de Atención Psicológica de la Universidad de Santiago de Chile, Jade Ortiz, afirma que el reto suicida que se difunde en Internet y que ya cuenta con una denuncia en el país atenta contra los derechos del niño y que el riesgo no debe ser minimizado. “En última instancia, es el Estado el que debe cuidar de todo aquello que pueda vulnerar nuestro sistema infanto juvenil”, enfatiza y llama a tomar acciones similares a las realizadas por Brasil o Uruguay.
La Policía de Investigaciones recibió el primer caso en Chile de una niña víctima del juego de la ‘Ballena Azul’, reto que se difunde a través de Internet y que ha generado conmoción en distintos países del mundo, por desafíos que llaman a sus miembros a infligirse daño e, incluso, la muerte.
A juicio de la psicóloga infanto juvenil y Directora del Centro de Atención Psicológica de la Universidad de Santiago de Chile, Jade Ortiz, “no hay que minimizar. Mucho daño puede evitarse si no se minimiza”. En ese sentido, llama a observar experiencias como las de Uruguay, donde el Ministerio de Salud Pública alertó sobre los riesgos, o de Brasil, donde el Ministerio de Justicia se pronunció sobre la materia.
¿Debe pronunciarse el Gobierno chileno por esta situación? La especialista responde afirmativamente. “En última instancia, es el Estado y el Gobierno el que debe cuidar de todo aquello que pueda vulnerar nuestro sistema infanto juvenil”, indica.
En ese sentido, la especialista sostiene que se debe instruir desde la autoridad hacia las policías sobre este tema “porque es un atentado abierto a los derechos del niño”.
“Constituye delito cualquier acción que implique seducción y manejo de poder, considerando las características de niños y adolescentes, que los induzca a hacerse daño a sí mismos, aplicándoles una coerción psicológica”, afirma.
De acuerdo a la especialista, especial cuidado se debe tener con la población preadolescente, entre los 11 y 14 años, ya que “es una edad de cambio de pensamiento donde continúan teniendo la ingenuidad infantil combinadas con las luces más oposicionistas de la adolescencia”.
Además, afirma que “el descalabro emocional que experimentan a esa edad hace que exploten más intensamente y pueden tener fantasías de rabia, de enojo”, lo que podría desembocar en uno de los tres perfiles más propensos.
Es decir, “chicos que pueden tener un perfil más disocial y enganchan con romper límites, donde si hay ideación suicida previa, se dirige hacia allá, y si no, puede saltarse esa etapa para sentirse un héroe”.
Un segundo perfil lo constituirían quienes “saben que hay algo malo, que no está bien, pero no logran salirse o hablar por temor y por cuidar a los otros”, afirma en alusión a la menor por la que se realizó la denuncia en la PDI (fue amenazada con que matarían a sus padres si dejaba de jugar).
Finalmente, están quienes “se encuentran muy solos, sin red social de acompañamiento, donde nadie los contiene emocionalmente y, por lo tanto, lo bueno y lo malo no ha sido interiorizado”.
“Niños que han sufrido maltrato en la familia o bullying en el exterior han desarrollado un perfil que es ideal para aquellos que ejercen violencia sobre ellos. Se tienden a resguardar dentro de los juegos de computador”, sostiene.
“Lo mejor es que se haya generado ruido con esto”, indica. “Cuando un niño tiene herramientas para decir que no y un compañero le pregunta, lo contagia y se genera una narrativa de protección”, indica, subrayando la importancia de los padres de proveerles argumentos sobre el tema.
“Los padres deben sentarse y preguntarles, dándoles seguridad de que no les pasará nada si llegan a enfrentarse a algo así”, afirma. “Retarlos es pésimo, ya que el niño tendrá menos ganas de hablar”, agrega.
Finalmente, “el sistema educativo también debe dar espacios para fortalecer emocionalmente a los niños, porque ahí está el factor protector”, sostiene.