Cuando todos se preparaban para comenzar las celebraciones de Fiestas Patrias ocurrió algo inesperado, un terremoto de 8.4 grados con epicentro en las costas de la región de Coquimbo sacudió la tierra y causó alarma en la población.
A la hora del movimiento el temple y la experiencia de los chilenos en este tipo de catástrofes hizo que todo fuera más rápido y eficiente, no pasaron ni dos minutos una vez finalizado el terremoto y ya se había activado la alarma de evacuación por parte de la oficina regional ONEMI Coquimbo. El aviso inmediato vía radial sumado al sistema SAE, que da aviso mediante un mensaje SMS a los celulares dentro de un perímetro focalizado, hizo mucho más fácil el trabajo tanto para los ciudadanos como para las autoridades, evitando un número mayor de fallecidos.
A pesar de que no existen sirenas de evacuación, la población actuó de inmediato y evacuó a zonas seguras para su resguardo.
El trabajo de las instituciones de emergencia fue vital en la catástrofe. Mientras Carabineros ayudaba a las personas a evacuar desde las zonas de inundación, personal de bomberos se abocó a los rescates y la PDI realizaba rondas para prevenir delitos en las comunas afectadas.
Debido a la contingencia y con la experiencia del 27F, el gobierno decretó «estado de emergencia constitucional» en toda la región de Coquimbo, quedando las tropas del Ejército de Chile a cargo de la administración provisoria de las tres provincias que componen la región.
A pesar de los miles de afectados y viviendas destruidas, el trabajo de las empresas privadas de servicios básicos fue rápida y se logró la reposición de los servicios básicos en un 90% el 18 de septiembre. A su vez la conectividad aérea y terrestre se encontraba habilitada en un 100%, algo solamente comparable con la eficacia de Japón para este tipo de casos.
De las más de 2.000 casas destruidas, se han entregado aproximadamente 1.200 casas de emergencia en toda la región. Sin embargo y pese a las recomendaciones del gobierno, algunas de estas fueron instaladas en la zona de inundación de Coquimbo, poniendo nuevamente en riesgo la vida de sus habitantes ante un nuevo evento de gran magnitud que eventualmente se podría presentar en cualquier momento.
Finalmente y a un año del terremoto todavía existe nostalgia, recuerdos aún vivos en la mente de coquimbanos, serenenses, illapelinos y todos aquellos que vivieron la furia del denominado 16S. Ahora solo queda como trabajo pendiente mejorar las vías de evacuación, continuar con los simulacros de terremoto y tsunami, sacar nuevos cálculos de las zonas de riesgo que podrían presentar actividad en pocos años y siempre tener a mano un kit de emergencia.