Por Antonio Alfaro Rivera
Hermoso título, pero a la vez tan demandante como evocador, tan crítico como onírico.
Como la biblia de los cristianos este libro es un compendio de artículos y crónicas realizadas durante años y publicadas en diferentes medios.
Hay también algunos trabajos que estaban inéditos y hoy ven la luz del faro cultural, histórico y social de Atacama y Coquimbo.
El autor Arturo Volantines Reinoso, a través de esta obra nos viene a demostrar que historia, investigación y rigurosidad en lo que se escribe y publica no es incompatible con la divulgación que se puede y debe hacer con ella.
El autor de esta magnífica obra nos viene también a hablar de recuerdos, viene a atizar la memoria mía y la de ustedes.
Nos viene a demandar y a estremecer, no a persuadirnos, porque con el legado que Atacama y Coquimbo han ido construyendo a través de las distintas épocas no se hace necesario.
“No recordamos días, recordamos momentos”.
Escribió Cesare Pavese. Gran Poeta y escritor italiano
Y surge así de manera natural esta pregunta:
¿Para qué sirven los recuerdos?
Los recuerdos sirven para viajar al pasado, atrás en el tiempo.
También para mirar hacia el futuro.
Pero sobre todo para saber y valorar como estamos hoy. En el presente.
Más aún, creo yo. Para honrar las más de las veces a nuestros antepasados.
Y eso lo logra este libro: Norte Infinito.
Para conocerlos y entenderlos. Para correr el tupido velo de nuestra ignorancia disfrazada de indiferencia. Esa que por años nos hace creer erradamente, que somos solo individuos sin origen y sin pasado. Por ende, sin historia.
Los recuerdos, nos llevan a conectarnos con nosotros mismos.
Etimológicamente la palabra “recuerdo” viene de “re” que es la razón o mente y de “cardis” que significa corazón. En la antigüedad se pensaba que la mente anidaba en el corazón por lo que la palabra recuerdo pasa a significar: “Pasar nuevamente por el corazón”. A eso nos convoca el autor con este libro.
Decía Pío Baroja y Nessi. Aquel gran escritor español, de la llamada generación de 1898.
“En buena parte somos la prolongación de nuestro pasado: El resultado de un recuerdo”.
Señores y señoras, jóvenes, amigos:
Hoy vivimos en la era de la comunicación. Un mundo híper conectado. Y sin embargo es evidente —vaya contradicción— que cada día estamos más solos.
Tal vez perdimos la conexión. También la memoria. Y por derivación nuestra identidad.
Estimo que debemos recuperarla.
Entonces son el estudio de la historia, universal y nacional, pero sobre todo la local. El cultivo de las letras, de las humanidades, la creación de libros como este Norte Infinito, la esperanza para volver a encontrarnos. A comunicarnos. Y dejar de estar solos.
Vuelve a nuestro lado un poco de optimismo de la mano de las frías estadísticas.
Los datos duros, nos están empezando a mostrar un renovado interés por nuestra historia, o sea por nosotros. Por saber de nosotros. De dónde venimos, por qué estamos como estamos, en fin, quienes somos y quienes podemos ser.
Por eso es algo muy importante que cada uno de nosotros, no importando la edad, la condición social, ni académica, comience a interesarse por su patrimonio más importante: Su identidad.
Porque de eso se trata: De la historia de una familia, de un barrio, de una ciudad, de una provincia, de una región, de un país, porque todo eso es su identidad. En todo lo que nos pasó como grupo desde que nacimos hasta el presente.
Y allí están registrados nuestros triunfos y derrotas, nuestras alegrías y tristezas, nuestras glorias y nuestras miserias.
Como en un gran álbum familiar que, al volver a revisarlo y ver esas antiguas fotos, allí nos reencontramos, nos enorgullecemos y nos avergonzamos de nuestro pasado.
Pero nunca. Nunca dejamos de tener en claro que se trata de nosotros.
Este libro intenta acercar a la gente a su propia historia. Para que la quieran. La reconquisten. Para que la disfruten y la piensen.
Deseo que este libro tenga muchos lectores. Y que lo relean. Lo comenten con sus familiares. Con sus amigos. Con sus vecinos.
Deseo que lo lea la gente mayor. Hombres. Mujeres. Pero especialmente jóvenes. Que sea lectura obligatoria de nuestras autoridades regionales y municipales para que vuelvan a encontrar en nuestras raíces la fuerza y claridad de nuestras necesidades.
Quiero volver a detenerme con estas palabras en los jóvenes.
Porque los jóvenes son la posta que nosotros debemos entregar en el largo camino al futuro. También porque los jóvenes recuerdan de una manera distinta. Por momentos o etapas, muchas veces casi no recuerdan haber nacido. Ni su primera navidad. Tampoco su primer o cuarto cumpleaños. Igualmente, su primer paseo. Su primer viaje.
Pero si recuerdan nítidamente las caricias y voces de sus padres, sus abuelos, de la familia entera. Y allí está la matriz de la identidad con esta tierra que los vio nacer o los adoptó con amor y generosidad.
Hasta la juventud, la memoria está enfocada en el futuro y no en el pasado.
Todos nosotros cuando hemos sido jóvenes, sentimos una profunda admiración por muchos de los héroes que recuerda la humanidad, nuestro país y nuestra región o “patria chica”. Y no nos faltó razón para admirarlos.
Fueron seres de carne y hueso como nosotros. Con sus claros y oscuros. Con sus ángeles y demonios. Personas que tuvieron una actuación brillante y destacada en el transcurso de sus vidas.
Pero, me pregunto… ¿Son ellos los únicos vencedores?
¿Es su victoria la más valiosa?
Pienso que no.
¿Hay otras formas de victoria?
Yo digo que sí.
Que basta que recorramos nuestra propia historia. La del día a día. La de nuestras familias. Que acudamos a los recuerdos de quienes nos antecedieron. Aquí en el barrio, en el pueblo, en nuestra ciudad.
De aquellos que compartieron largos o cortos momentos en nuestras vidas y que ya partieron. Pero que siguen aquí. Están con nosotros y jamás se irán del lado nuestro. Porque el alma humana es eterna y eterno es el amor verdadero.
Señoras y señores. Amigos.
La historia es por Derecho Natural de todos.
Por eso mismo, este intento histórico literario, pretende ser una voz de todos aquellos que han sido y van a ser dejados de lado por los seleccionadores de lo importante y lo accesorio.
Quienes quedan fuera de la historia, mueren para siempre. Es el último despojo al que nos somete la sociedad y el olvido. No dejar ni siquiera el recuerdo de que alguna vez estuvimos aquí.
Por qué…
Si los recuerdos se desvanecieran. Si la memoria se perdiera.
¿Cómo podríamos volver a nuestras raíces? ¿A nuestro origen?
Extraño y mucho las reuniones familiares, de amigos, de vecinos y la oralidad que hemos ido perdiendo. La conversación.
Extraño la presencia de una cartelera cultural de conversación, discusión, de repasar las páginas de la historia diaria (no solo la militar imprescindible en muchas ocasiones) por sobre los tambores y fanfarria que al doblar la esquina solo dejan la quietud y el silencio sin un sustento.
Extraño mucho el hablar, el conversar. Porque eso cambió hoy.
Trocada por mensajes, que me informan de algo, pero que no me permiten expresar mis sentimientos. Los emoticones me resultan insuficientes.
¡En este libro: Norte Infinito, señores y señoras, ¡jóvenes!
Aflora a raudales el sentido de pertenencia.
Está presente en las páginas de este libro el amor a la familia, a la esposa, los hijos, al lugar que los vio nacer o bien los adoptó como otro más, el amor a la patria chica, que en un acto de grandeza extrema se sacrifican por el deber.
La épica. La narrativa antigua. Aquella cantada por los rapsodas les pertenecía solo a los héroes mitológicos y a los dioses.
Con el paso de los siglos fue la exaltación de un pueblo, de una nación.
Y en los tiempos modernos la epopeya empezó a estar protagonizada no por héroes y dioses. Sino únicamente por personas como nosotros.
Gente común y corriente cuya única hazaña generalmente era la supervivencia o conseguir mediante el trabajo duro y de años un mejor futuro para su familia.
Por eso los invito, los conmino y hasta los demando a que miren hacia atrás.
Porque esfuerzos como este Norte Infinito merecen estar en cada casa, en cada escuela, en cada universidad de Atacama y Coquimbo.
Les pido con humildad, no exenta de pasión que conozcamos nuestra historia local, que recuperemos nuestra identidad particular la que Arturo Volantines Reinoso, nos muestra y guía en esta obra.
A que vuelvan a abrir sus álbumes de fotografías, sus propias historias para que puedan tener conciencia de donde estaban y donde están.
Para que sean Uds. mismos quienes puedan hablar de la vida que han recorrido.
Cierro mis palabras citando al poeta latino Marco Valerio Marcial. Quien dijo hace ya más de dos mil años atrás:
“Poder disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces”.