Por Arturo Volantines
Genuino atacameño. Tal vez, su biógrafo más importante. Heredero de los patriarcas de Atacama (Matta, Gallo, Marconi, Almeyda, Ossa, Moreno, Escuti, San Román…). Ellos mismos lo vieron crecer y lo espolearon para que fuera la continuidad de la posta.
Hijo de argentino y madre serenense (1857—1909). Refleja en sí la mejor enehebración del ser atacameño. Nació en Copiapó. Y, tempranamente, se destacó como orador y escritor compulso.
Escribió un sinnúmero de obras; tantas: literarias, biográficas y de investigación del patrimonio de Atacama y de Chile. Su estilo fue la pasión de poner por delante el amasijo remoto, lo inmediato y aseverar proféticamente cómo incidiría en el futuro. Su registro es muy notable; ya que muchas de sus investigaciones del patrimonio intangible son únicas y salvadas del olvido, a pesar de la significancia de ellas en el siglo XIX.
Algunas de sus obras son capitales de la cultura chilena como su antología de escritores, su libro de la Revolución Constituyente y sus diccionarios bibliográficos (de chilenos y extranjeros). Además, de los cientos de artículos escritos con ardor y fervor atacameño.
Atacama en la Guerra del Pacífico es un himno de su amor por Atacama. Es un recuento no solo de lo épico de la guerra sino de la historia de Atacama: de su gloria y de su espíritu indomable y singularidad en el mundo.
Contó con el amor de su pueblo. Pero, también, del dolor de su opción. La revolución del 91 le trajo consecuencias horrorosas: su casa fue saqueada y su biblioteca quemada. Allí, perecieron miles de documentos, especialmente los donados por Benjamín Vicuña Mackenna en torno a la Revolución Constituyente.
Si, hoy día, los atacameños fuéramos algo de lo que él fue; entonces, seríamos lo que debiéramos ser y no lo que somos.
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