Por Liliana Cortés, directora de Fundación Súmate
Es relevante el dato que entregó el ministro de Educación hace unos días, pero pasó inadvertido en medio del incremento de muertes y contagios por coronavirus: casi 40 mil niños, niñas y jóvenes abandonaron el sistema escolar en 2020 a causa de la pandemia. La mitad de lo que el propio Ministerio de Educación había proyectado.
¿Es bueno o malo que no hayan sido 80 mil, sino sólo 39.479 los que se suman a los 186.732 niños, niñas y jóvenes que no estudian en Chile y que están excluidos del sistema escolar?
Nunca será bueno el abandono escolar. Un solo niño que pierde su derecho a la educación constituye un drama personal, familiar y social, por lo tanto, que 40 mil hayan permanecido es una buena noticia.
Es importante reconocer que este logro se debe a la visibilización de esta realidad y a las medidas preventivas que se adoptaron con sentido de urgencia a partir de las propuestas de la mesa de expertos convocada para ese fin. El mismo reportaje que entregó la cifra, mostró el esfuerzo de fundaciones como Belén Educa, cuyos profesores van casa por casa buscando a los alumnos que se están descolgando de las clases, para dárselas en un pupitre que instalan en una plaza cercana o en el pasaje donde viven. También presentó el trabajo que hace Súmate en sus escuelas de reingreso, donde estudian los que han decidido volver, los que ya se fueron una vez y no podemos permitir que vuelvan a hacerlo como consecuencia de la crisis sanitaria.
La nota periodística dio cuenta de otro gran logro: la aprobación de la modalidad educativa de reingreso por parte del Consejo Nacional de Educación.
Contar con un modelo flexible, comprensivo y adecuado a la realidad de los niños que abandonan la escuela, es clave para que regresen, pero requiere que lo implementemos y se cuente con financiamiento estable. Reparar experiencias educativas de exclusión y fracaso no cuesta lo mismo, por eso celebramos que el ministro de Educación haya dicho que esta subvención debe ser mayor que la de escuelas para adultos, donde hasta ahora terminan asistiendo los jóvenes excluidos. Nosotros estimamos que el costo mensual por alumno es de 270 mil pesos, cuatro veces más alto, pero absolutamente justificado.
Cuando pienso en los 40 mil que no se fueron, parafraseo esa reflexión del Talmud: “Quien salva una vida, salva al mundo entero”… Lo triste es que en nuestra región, Coquimbo, son 1.258 jóvenes los que abandonaron, por lo que seguimos trabajando en avanzar pronto en más medidas y recursos para salvar de la exclusión a esos niños, niñas y jóvenes que son víctimas colaterales de la pandemia.