Millones de personas en América Latina y el Caribe están en riesgo de caer en la pobreza extrema en 2020, lo que implicaría un aumento de los niveles de hambre debido a la dificultad para acceder a los alimentos, mientras el continente se convierte en el nuevo epicentro del COVID-19.
Así lo advirtieron recientemente, en un informe conjunto, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO por sus siglas en inglés), y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
El documento también detalla varias medidas a fin de disminuir los efectos de la pandemia, entre ellas, la entrega de bonos a la población vulnerable o créditos a los productores, y en paralelo fortalecer los programas de alimentación escolar, así como apoyar las iniciativas de asistencia alimentaria de la sociedad civil.
En la misma línea, hace algunos días la FAO, la Alianza Mundial para la Mejora de la Nutrición (GAIN, por sus siglas en inglés) y la Alianza para un Mundo más Saludable de la Universidad Johns Hopkins, en Estados Unidos, dieron a conocer el Panel de Datos de los sistemas alimentarios (Food Systems Dashboard).
Se trata de una herramienta online, de dominio público, que busca recolectar información sobre los sistemas alimentarios alrededor del mundo para que, a partir de esta información, los responsables de las políticas alimentarias de cada país puedan tomar mejores decisiones.
“Es una herramienta bastante reciente, pero que se vuelve muy atingente a la realidad que estamos viviendo por la pandemia del COVID-19 y la situación de inseguridad alimentaria que está golpeando a varios países de diferentes regiones, sobre todo en Sudamérica”, comenta Marcela Ñunque González, nutricionista docente de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica del Norte sede Coquimbo, recalcando la importancia de prestar atención a la situación generada en medio de la pandemia, para garantizar el alimento a las comunidades.
En este sentido, valora el aporte del Panel de Datos de los sistemas alimentarios, en la medida que recopila información sobre producción alimentaria y hábitos en 230 naciones, y cómo se distribuyen, comercializan y adquieren los alimentos en esos países. Esto, destaca, «con el fin que las entidades a cargo, las organizaciones no gubernamentales o empresas, tomen mejores decisiones”.
¿Hablamos de un sistema de dominio público, en el que se puede compartir o cruzar información para que los gobiernos apliquen estrategias que en ciertos países ya han funcionado?
“Sí, es un sistema en el cual se reúne información y que está a libre disposición de los diferentes gobiernos u organizaciones no gubernamentales que trabajen por generar una mejor disponibilidad, inocuidad, accesibilidad y calidad de la alimentación, sobre todo en este contexto de la pandemia.
Los ejes de este panel son utilizar esta información para describir y posteriormente tener un diagnóstico de la situación de disponibilidad alimentaria por país y también por región; y luego tomar decisiones respecto a la alimentación”.
Centrándonos específicamente de Chile, ¿qué datos se pueden conseguir en el panel y qué nuevas políticas se podría aplicar a partir de la experiencia de otros países?
“En Chile casi no tenemos información sobre el comportamiento del consumidor, y tampoco sobre dieta o alimentación, más allá de la Encuesta Nacional de Salud y de la Encuesta de Consumo Alimentario, reconoce la experta de la UCN. Pero, agrega, sí hay datos sobre áreas de cultivo, rendimiento por hectárea de siembra o porcentaje de empleo de la agricultura.
En este caso el Ministerio de Agricultura podría tomar información de otros países y generar algún tipo de medida en estas circunstancias que estamos viviendo producto de la pandemia.
Asimismo, hay otros datos relevantes sobre los índices de infraestructura agrícola y el porcentaje de pérdida de la producción de alimento. Por ejemplo en el caso de los vegetales, en Chile existe un 24% de pérdida en la producción del vegetal y en el caso de la fruta es de un 12% de pérdida al año 2017, según la información disponible en las hojas de balance de alimentos que tiene la FAO”.
¿Y cuál es su opinión de esta herramienta?
“Como nutricionista valoro mucho la iniciativa, porque finalmente es algo nuevo y creo que es útil. Se debe enriquecer con más datos obviamente, pero es un buen inicio en esta pandemia que estamos viviendo y que ha generado problemas en muchas aristas económicas y alimentarias.
Sin embargo, esta crisis también brinda una oportunidad de hacer las cosas mejor para el futuro, de poder tener esta información y utilizarla para tomar decisiones, que es el objetivo del panel internacional.
¿Qué cree que hace falta para que esta información llegue o se aplique en regiones a través de estrategias concretas?
“Primero, creo que esta plataforma debiese ser difundida quizás entre el área de expertos, en el gremio, en los Ministerios de Agricultura y Salud; que esta información sea conocida para que finalmente se comparta. Luego que los datos se evalúen, se puede considerar la opinión de especialistas.
Así como se han tomado decisiones a nivel sanitario considerando el punto de vista de los expertos en el área nivel epidemiológico, aquí también tenemos una oportunidad de consultar a los expertos en alimentación qué es lo mejor para el país en este ámbito; porque vamos a tener todo el desglose de información y eso nos sirve para poder organizarnos (…) también potenciar a los emprendedores, a los agricultores familiares, a los pequeños negocios.
En este momento, por ejemplo, se están llevando a cabo diversas campañas de acopio de alimentos y de donaciones para poder constituir canastas de alimentos que son entregadas a las familias con inestabilidad laboral o pocos recursos. Entonces, estas bases de datos podrían servir perfectamente para comprarle a los vendedores minoritarios, hacer un seguimiento o quizás una trazabilidad y que este proceso sea más equitativo”.
