A pesar de los importantes avances alcanzados en la prevención y control, la Enfermedad de Chagas continúa representando un desafío significativo para la salud pública en Chile.
Esta patología muchas veces transcurre de manera asintomática y puede evolucionar hacia graves complicaciones cardíacas y digestivas si no se detecta y trata oportunamente. El MINSAL define a la Enfermedad de Chagas como una zoonosis transmisible causada por el parásito “Trypanosoma cruzi”, transmitida principalmente por la picadura del insecto conocido como “vinchuca”, por transfusiones de sangre, trasplantes de órganos, y principalmente en la actualidad en Chile, por vía vertical (de madre a hijo durante el embarazo). La infección tiene una fase aguda, generalmente asintomática, y una fase crónica que puede permanecer sin síntomas durante años antes de manifestar compromiso de órganos.
Según el Ministerio de Salud (MINSAL, 2021-2023), en Chile se estima que alrededor de 12.000 personas son portadoras del parásito, principalmente mujeres en edad fértil. En este grupo, el riesgo de transmisión vertical se sitúa entre un 5% y un 7% por embarazo, lo que se traduce en aproximadamente 600 nuevos casos anuales en recién nacidos. La Región de Coquimbo concentra la mayor prevalencia de personas infectadas, registrando en los últimos años un incremento tanto en la tasa de incidencia como en la mortalidad, especialmente en zonas rurales.
La alimentación específicamente juega un rol fundamental en el cuidado de las personas con Enfermedad de Chagas, ya que contribuye a mantener la salud general, apoyar el tratamiento y prevenir complicaciones. Una dieta equilibrada, adaptada a las necesidades individuales, contribuye a enfrentar de manera más efectiva los efectos de la enfermedad y a optimizar su manejo médico.

En personas con problemas cardíacos o digestivos asociados, es fundamental ajustar la alimentación para favorecer la digestión, mejorar la tolerancia y mantener un buen estado nutricional. Para ello, se recomienda optar por comidas pequeñas y frecuentes, moderar el consumo de sal, asegurar una hidratación adecuada, y priorizar alimentos o preparaciones fáciles de consumir y digerir según la tolerancia individual. Asimismo, se aconseja evitar alimentos con alto contenido de grasa, muy condimentados o irritantes que puedan provocar molestias.
La detección temprana, el tratamiento oportuno y la educación son esenciales para enfrentar esta enfermedad silenciosa. Un estilo de vida saludable y una alimentación adecuada son pilares fundamentales que contribuyen significativamente al bienestar de las personas afectadas, complementando las intervenciones del equipo multidisciplinar y mejorando su calidad de vida.
Antonia Pardo Orellana – Interna de Nutrición y Dietética – Universidad Católica del Norte, Sede Coquimbo