Como parte de su misión de contribuir a la democratización cultural mediante la educación artística, la Fundación Filarmónica de Coquimbo está desarrollando “Semilla Filarmónica”, un innovador programa dedicado a la estimulación temprana para niños y niñas de 4 a 6 años.
La directora de la Fundación, Constanza Rodríguez, explica que esta iniciativa busca llenar un vacío en su oferta educativa: “hasta ahora, nuestro único programa para esta edad era Filarmónica Preescolar, donde colaborábamos con otras instituciones. Ahora, con Semilla, no solo ofrecemos un espacio propio, sino que también proporcionamos una continuidad para estos pequeños músicos dentro de nuestra Fundación”.
Un espacio para toda la familia
Semilla Filarmónica no solo se enfoca en los niños, sino también en sus familias. “Tenemos muchos estudiantes que vienen con sus madres, hermanos menores e incluso abuelos. Queremos integrarlos para que tengan un despertar artístico, y para ello, necesitan herramientas para su formación integral. Esto nos permite crear un ambiente donde toda la familia se involucra en el arte”, agrega Rodríguez.
Precisamente, este enfoque familiar ha permitido que algunas familias participen en un verdadero circuito musical dentro de la Fundación, donde los hermanos mayores toman clases de instrumentos, los menores asisten a Semilla, mientras que padres, madres y abuelos se unen al coro, creando una experiencia artística compartida y enriquecedora.
La magia de aprender jugando
Ruth Muñoz, profesora de Semilla Filarmónica, destaca la diversidad de actividades lúdicas que se integran en las clases, donde los niños y niñas experimentan con juegos musicales, arte visual, expresión corporal y danza. “A través de actividades basadas en las cualidades del sonido, como el ‘Sonido y Silencio’ y el ‘Director Musical’, los pequeños exploran la música y aprenden a expresarse mediante el dibujo, la pintura y el movimiento”, comenta.
La docente también enfatiza la increíble capacidad innata para la música que tienen los niños de esta edad. “He visto cómo captan ritmos y melodías con sorprendente rapidez, mostrando una conexión natural con la música que es maravillosa de observar. Su curiosidad y deseo constante de explorar hacen que el aprendizaje musical sea una aventura emocionante”, añade.
Desarrollo integral a través de la música
Por su parte, América Baeza, docente que también participa del programa, espera que los niños y niñas se vinculen con la música en todas sus dimensiones de desarrollo: cognitiva, afectiva, social, espiritual y física. “Trabajamos para que aprecien obras artísticas, interpreten canciones con voz y cuerpo, y adquieran lenguaje teórico musical y desarrollo motriz. Queremos que sientan amor por la música y la práctica musical, preparándolos para un estudio instrumental futuro”, señala.
América también resalta la importancia del juego y el trabajo en equipo en las clases: “La naturalidad de la música combinada con la espontaneidad de la infancia permite desarrollar habilidades musicales. Cada aspecto de la clase está vinculado al sonido y la música, creando un ambiente donde cada niño es un aporte a la musicalidad de los demás”.
Un impacto profundo y duradero
El programa Semilla Filarmónica ha comenzado a transformar vidas, no solo de los niños y niñas participantes, sino también de sus familias y profesores. “Nos llena de felicidad estar impactando realmente la vida de estas personas”, concluye Constanza Rodríguez, destacando la importancia de esta iniciativa en la misión de la Fundación Filarmónica de Coquimbo de promover la educación artística y la inclusión cultural desde la primera infancia.
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