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Loro tricahue: la evolución de un gran excavador

El trabajo estuvo liderado por Myriam Ramírez, investigadora del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de La Serena.

En algunos barrancos de la Región de Coquimbo, hay decenas de cuevas construidas muy cercanas unas de otras, como si fueran pequeños departamentos. Al interior de esas cavidades, hacen sus nidos grandes comunidades de loro tricahue, una subespecie endémica que solo se encuentra en Chile y que sorprende por sus plumas verdes, amarillas, rojas, grises y calipso, y su fuerte canto, capaz de oírse a grandes distancias.

Este loro, actualmente en peligro de extinción -debido a la caza y pérdida de su hábitat principalmente- es el audaz constructor de estos hogares, también llamados “loreras”. Sin embargo, este rasgo de arquitecto no siempre ha estado presente en la especie. A través de millones de años y debido a cambios ambientales, el loro tricahue ha evolucionado hasta convertirse en un gran excavador. ¿Cómo sucedió?

Un grupo de científicas y científicos, liderados por Myriam Ramírez, investigadora adjunta del Instituto de Ecología y Biodiversidad y de la Universidad de La Serena, exploró y encontró respuestas. Su estudio fue publicado recientemente en portada de la revista científica Oikos, con apoyo de un equipo investigador de Inglaterra y España.

“La mayoría de los loros utilizan cavidades en árboles u otras para nidificar. Sin embargo, especies como el tricahue, viven en zonas abiertas, lugares donde estas cavidades son un recurso limitante. Esa puede ser la razón de por qué esta especie realiza excavaciones en sitios como barrancos o taludes de arena, cuyos túneles pueden tener desde uno a tres metros de profundidad”, explica Myriam Ramírez.

La científica señala que los loros Neotropicales, (SubFamilia Arinae) aparecieron en los bosques de Sudamérica, Centroamérica e islas del Caribe, hace aproximadamente 23 millones de años. Luego, durante el período del Mioceno Medio, unos 15 millones de años atrás, comenzaron a surgir zonas más abiertas, con climas más secos y densidad de vegetación reducida.

Dichas transformaciones en el hábitat y el “retraimiento” de los bosques tropicales húmedos en Latinoamérica, habría generado un cambio en el comportamiento de anidación en esta especie, transformándolas en aves excavadoras.

“Según nuestro análisis, el comportamiento ancestral de nidificación de los loros neotropicales no es de excavación. El comportamiento excavador surgió posteriormente, después de la transición a hábitats abiertos, ofreciendo una oportunidad ecológica para los loros”, recalca la científica. 

Respecto a la imagen en portada de la revista Oikos que destaca a este estudio, Myriam Ramírez señala que la elección se debió al carisma de esta ave y su capacidad para construir cavidades, una conducta que no se había abordado en otras investigaciones sobre la especie.

“Además, la foto es muy llamativa y es una representación fantástica de la investigación, que apela a la aparición de zonas abiertas de Sudamérica. Los loros están posados sobre un cactus. Y eso se debe también a la habilidad de estas aves para quitar las espinas de arriba, lo que resalta más su capacidad para innovar”.

Francisco Squeo, investigador del IEB y de la U. de La Serena y también, uno de los autores del estudio, se refiere a la importancia de este trabajo. “En el 2014 publicamos el libro “Historia Natural de Loro Tricahue en el Norte de Chile”, donde en ese entonces la alumna de magíster Myriam Ramírez escribía sus primeros resultados sobre los patrones de selección de sitios de nidificación del loro tricahue. Una década después, el artículo de Oikos liderado por esta investigadora, dilucida el origen del comportamiento excavador en los loros neotropicales”, señala el científico.

Reconstruyendo el pasado

Para llegar a estas conclusiones, las y los investigadores aplicaron diversas técnicas y modelos evolutivos que permitieron reconstruir el escenario pasado en el que habitaba el tricahue, quien actualmente se distribuye de forma fragmentada en nuestro país, principalmente en la Región de Coquimbo y la Región de O´Higgins.

“Éste es un trabajo en macroevolución, en el que a través de modelos predictivos nos preguntamos cosas que pudieron ocurrir hace millones de años, para así entender lo que observamos en el presente. Es el primer trabajo focalizado en la conducta de los loros que considera un marco evolutivo y no ecológico, lo que es toda una novedad”, menciona la científica.

Particularmente, se analizaron aspectos como el hábitat ancestral de los loros, la conducta de nidificación, cuántos huevos ponían, período de incubación o cuidado parental, analizando además cómo esos rasgos iban cambiando en el tiempo.

En ese contexto, el trabajó determinó que los loros excavadores tendieron evolutivamente a poner más huevos que sus antecesores, un aspecto novedoso que contradice la teoría ecológica de las aves que nidifican en cavidades, de acuerdo a la científica de la U de La Serena.

“Se dice que las aves que construyen cavidades ponen menor número de huevos en relación a las que no lo hacen, lo que puede deberse a que la pareja invierte menos energía en este proceso debido al alto costo de construir la cavidad, o que las aves son menos depredadas. Sin embargo, aquí observamos que los loros excavadores, como el tricahue, ponen más huevos y también tienen mayor cuidado parental con sus pollos. Las razones pueden ser múltiples”.

Otro rasgo que destaca Myriam Ramírez, es la gran capacidad de excavar que tienen estas aves, lo que puede relacionarse con el talento de estos loros para innovar y buscar soluciones a problemas. Esto se debe a que los loros se caracterizan por tener una mayor capacidad cognitiva, rasgo que también se correlaciona con el mayor tamaño de su cerebro.

¿Y cómo realizan estas cavidades? Por lo general, cada pareja de loros excava un túnel en las paredes del barranco, y luego al fondo crean una cámara de incubación, limpiando cuidadosamente el lugar para que sea lo más liso posible, donde depositan los huevos. Finalmente, entran y salen de estas cavidades durante la época de reproducción, aunque también es común que las utilicen durante todo el año como zona de reunión y descanso de la colonia.

Escenario actual y amenazas del tricahue

El loro tricahue es uno de los cuatro loros nativos de Chile y el que se encuentra más amenazado en nuestro país. Hace seis décadas aproximadamente que comenzó una gran reducción de sus poblaciones, las que antiguamente se distribuían de manera continua desde Copiapó hasta Valdivia.

“Actualmente solo hay dos poblaciones muy aisladas, una de ellas, en la Región de Coquimbo y otra en la Región de O´Higgins. Afortunadamente, desde hace pocos años y debido a leyes que prohíben la caza y tenencia de animales, comenzó a existir mayor conciencia de que el loro no era una mascota. Hace unos 30 años en Coquimbo era común que la gente tuviera a esta ave de mascota. La iban a cazar a los barrancos, llevándose a sus polluelos. En Europa esta especie también era muy comercializada”, señala la científica.

Hoy en día en algunos sectores de la Región de Coquimbo, como el Valle del Elqui, o en barrancos muy cercanos a la costa, es posible avistar bandadas de esta ave, los loros más grandes y coloridos de nuestro país. Sus colonias de nidificación son las más grandes construidas por alguna especie de loro. Y de hecho, en esta misma región existe una colonia llamada Bramadero, en la cual se han llegado a contabilizar hasta 1300 individuos, según detalla la investigadora.  

Francisco Squeo, también se refiere a la presencia de esta ave en el norte chico del país. “De la ecología del tricahue en Coquimbo sabemos que un individuo puede recorrer más de 40 km diarios -usualmente en bulliciosas bandadas-, que su día incluye pernoctar en dormideros colectivos -como en la cima de cactus como la Eulychnia acida cuyo fruto es el copao). También sabemos que este loro puede visitar aguadas, explorar sus áreas de alimentación y, casi diariamente, visitar su lorera, lo que hemos interpretado como una forma de asegurar su propiedad”, indica el investigador del IEB.

Otros rasgos que destaca Squeo, son las migraciones altitudinales en verano, desde cerca del nivel del mar hasta los 2.500 msnm. “Hace una década, la población de loro tricahue de Coquimbo era cercana a los 3.000 individuos. Sin embargo, por su movilidad y sonoridad, parecieran ser más numerosos a día de hoy”, detalla.

La Reserva Nacional Río de los Cipreses, en la Región de O´Higgins, es otro lugar de Chile en el que habitan comunidades de tricahue, y donde han existido iniciativas de conservación de sus sitios de nidificación. Pese a ello, Myriam Ramírez señala que las poblaciones no han ido aumentando, lo que hace más indispensable incrementar los conocimientos sobre esta ave y sus cuidados. ¿Cómo se puede seguir protegiendo al tricahue?

“Evitando la caza, protegiendo sus zonas de nidificación y dejando a esta ave tranquila. La industria, la minería y empresas que generan gran impacto en su ecosistema, son otras grandes amenazas ante las que hay que estar muy atentas y atentos”, explica la científica.

Pese a esto, Myriam Ramírez asegura que, producto del cambio de uso de suelo, los loros han visto reducida la disponibilidad de alimento de especies nativas y zonas de descanso y desde hace algunos años, han desarrollado la habilidad de usar espacios más urbanos en la Región de Coquimbo, frecuentando lugares como la plaza central de Vicuña o de Monte Patria, esta última usándola como dormitorio.

También se ha vuelto habitual que empleen el tendido eléctrico como posadero, situación que ha generado algunos conflictos con las localidades, debido a los cortes de luz que esto ocasiona, y en los que lamentablemente, muchos loros terminan electrocutados. No obstante, la investigadora advierte que en algunos lugares ya se han tomado medidas para cubrir el cableado y evitar este tipo de accidentes, ayudando con esto a proteger al tricahue.

Otro fenómeno que se ha observado es el ingreso de estos loros a algunos cultivos, espacios en los que esta ave encuentra recursos más calóricos a menor distancia. Esto también ha generado algunos conflictos con comunidades humanas, quienes ven amenazadas sus plantaciones y en ocasiones, buscan espantar a las aves poniendo veneno o simplemente matándolas, de acuerdo a la investigadora.

Otras personas, en cambio, han aprendido a convivir de manera más armónica con esta especie, entiendo su valor biocultural y que ellas también forman parte del ecosistema.

“Hay lugares donde los loros ya están más acostumbrados a estar con humanos y los humanos, también a estar con ellos.  Monte Patria, por ejemplo, donde llegan a dormir en las noches, se ha vuelto un referente de cómo la presencia del loro es un aspecto muy positivo para el turismo, tomándola como ícono de la comuna, dónde las señaléticas de las calles tienen la figura de un lorito”, finaliza la científica.

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