*Su historia forma parte del programa Mujer Patrimonio que lleva adelante la Municipalidad de La Serena, a través del departamento de Cultura y la Casa de la Cultura de Las Compañías como una señal de reconocimiento a su esfuerzo y devoción.
En los últimos años Katherine Ocaranza ha desarrollado una fuerte devoción por los bailes religiosos y principalmente el que integra desde hace algún tiempo. Se trata de San Antonio de la localidad de Barraza donde ha volcado su pasión por una actividad que estaba sólo destinada a los hombres.
La Municipalidad de La Serena, a través del departamento de Cultura y la Casa de la Cultura de Las Compañías rescató su historia y la insertó en el programa Mujer Patrimonio destinada a visibilizar la labor que desarrollan diferentes mujeres de Las Compañías.
Confiesa estar consciente del significado de transformarse en una de las primeras mujeres ‘flauteras’ de la agrupación con sede en la provincia de Limarí. Explica que esta manifestación viene por herencia de su padre Waldo Ocaranza y su familia va por el mismo camino.
Su hijo mayor baila desde los 10 años y actualmente cumplirá 21 y tiene claro su futuro, “él es muy creyente y me ha dicho que quiere ser cacique de baile. De hecho bailamos cinco familiares en la misma agrupación y mi padre al lado mío (…) Siempre me llamaron la atención los bailes religiosos y cuando mi hijo Gabriel se enfermó ahí hice una manda y justo se dio la oportunidad que recibían mujeres y me integré y la primera vez que me hicieron bailar fue para la fiesta grande de Andacollo”, relata en su hogar en Las Compañías.
Recuerda que su hijo se agravó cuando tenía seis años y actualmente posee 16, “está bastante bien y salió de su enfermedad”, aunque advierte que aún le falta por cumplir una segunda manda que es caminar desde el sector de la Cruz Verde (ingreso a Andacollo) hasta el sector del templo.
SORTEANDO NORMAS PATRIARCALES
Katherine admite que nada le ha sido fácil. Sobre todo en la primera etapa donde solo colaboradora en labores de apoyo como llevar el agua a los integrantes y la bandera de la agrupación. “Porque en ese momento las mujeres no podían bailar. Son bailes tradicionales y estaba integrado solo hombres, pero después se abrió una posibilidad y empecé a bailar”, rememora.
Reconoce que también recibió la influencia de su madre, “desde chica me llevaba a las procesiones y cuando estaba más grande miraba no más”, advierte.
Enfatiza que el fenómeno es extraño, sobre todo porque destaca que puede pasar horas bailando sin sentirse agobiada. “He estado durante siete horas, tomamos agua y seguimos tocando la flauta. Este instrumento fue decisión mía. Un día me dijeron, ‘esta será tu flauta, échale agua y comienza a tocar”, advirtió.
Su veneración por el ambiente religioso es único. “Yo me muero con mi traje y mi flauta, mi misión es que bailaré siempre y me quedaré con mi baile, con quienes hemos vivido bastante procesos, además que en su momento cuando busqué un baile ninguno me recibió, pero, a lo mejor Dios me tenía preparado que bailara acá, uno de los bailes más antiguos que existen. De hecho, estamos en el Museo Arqueológico de La Serena como parte del patrimonio donde hay imágenes antiguas y nuevas y donde al principio las flautas eran de piedra. Incluso, está en un mural ubicado en la Avenida Francisco de Aguirre”, subraya.
Su potente testimonio igualmente se transforma en un reconocimiento en la antesala del Día Internacional de la Mujer, sobre todo por su papel de madre y su aporte en la institución religiosa donde al mismo tiempo ha volcado su esfuerzo y proyectado su fe.