Hace unas semanas se hizo viral un video donde el joven jugador de fútbol Jordhy Thompson, perteneciente a los registros de Colo Colo, golpeaba a su polola a la salida de un centro de diversión nocturno.
Esta semana la pareja del jugador hizo pública una denuncia a través de su cuenta en Instagram respecto de nuevos actos de violencia del jugador hacia su persona.
En este contexto, los usuarios de redes sociales reaccionaron molestos y decepcionados por el accionar del futbolista, el que, al parecer, tiene internalizados este tipo de actuaciones de violencia machista. Sin embargo, las críticas en redes sociales y también de personas cercanas al jugador de fútbol apuntaron a la joven agredida, acusándola de ser partícipe de una relación tóxica y tolerar este trato denigrante.
El propio entrenador del platel profesional de Colo Colo, Gustavo Quinteros declaró a los medios de comunicación que estos hechos dan cuenta de “una relación enfermiza, culpa de ambos”.
Al respecto, es necesario volver a recordar que las situaciones de violencia de género son sumamente complejas, en dónde existe un espiral de violencia que reconoce una fase de tensión, una fase de agresión y una de reconciliación o luna de miel.
Cada una de estas fases se encuentra marcada por ciertas características que evidencian la tremenda vulnerabilidad de la mujer víctima de violencia inserta en este contexto. Hay estudios que demuestran que no resulta fácil para una mujer que se encuentra en este círculo de violencia romperlo o escapar de él.
Una de las principales razones es, lo que los psicólogos han descrito como el síndrome de indefensión aprendida. En virtud de este síndrome, las mujeres que han sufrido por un tiempo prolongado malos tratos, en forma inconsciente muchas veces tienden a normalizar estas vejaciones y de alguna manera se paralizan ante ellas.
No es que a la mujer agredida “le guste que le peguen y la humillen”, solo que están insertas en una situación sin los medios y herramientas para escapar de ellas.
Por lo mismo, juzgar este comportamiento, atribuir culpa a la mujer agredida como lo ha hecho el Sr. Quinteros, es contribuir a perpetuar esta situación de violencia, exacerbando en la mujer una responsabilidad que no tiene. Posiblemente la mujer agredida, si, además es responsabilizada por la violencia que sufre, terminará ocultando los abusos y el agresor tendrá más libertad para continuar en la misma dinámica.
Las mujeres víctimas de violencia de género no necesitan se apuntadas con el dedo, ser juzgadas como culpables de las agresiones, requieren ayuda, apoyo y empatía.
Evelyn Vicencio Rojas, profesora de la Escuela de Derecho, UNAB Sede Viña del Mar.