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Teresa Calderón: “El libro de mi padre es la historia de un hombre que amó La Serena”

*La  hija del premio nacional de Literatura 1998  publicó las memorias de su progenitor que él  mismo la alentó a escribir  donde repasa el cariño que cultivó por la capital regional y potencia su pasión por la pedagogía y las letras.

Teresa Calderón y su padre Alfonso (falleció en 2009) vivían al frente en un departamento en Santiago cuando  en una oportunidad cruzó a su inmueble y le pasó unas carpetas que contenía escritos de diarios y apuntes.

Pero, también habían 25 hojas escritas a máquina  con  información de cómo llegaron los primeros sicilianos a Valparaíso. Esta información forma parte del primer capítulo del libro Alfonso Calderón, El Miedo de Olvidar (Catalonia) que publicó sobre su padre y que la poeta y narradora  presentará en la 38 Feria del Libro dela Serena que comenzará el 3 de abril en la Plaza  Gabriel González Videla como parte del proyecto ganador del Fondo del Libro y la Lectura / Apoyo a Festivales y Ferias del Libro / Apoyo a Festivales y Ferias del libro con trayectoria, Convocatoria 2023 del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

 “Con eso comencé  y después trabajé con todos sus libros  y diarios y los ordené cronológicamente y gran parte  corresponde a La Serena  y  lo desarrollé más extensamente porque es nuestra tierra natal, donde mi padre llegó a trabajar de profesor.

Conoció a mi madre en el colegio de Monjas y se enamoraron. Mi padre dejó su matrimonio que tenía con una señorita en Viña del Mar  y fue escándalo familiar. Amo demasiado mi tierra natal  y sufrí mucho cuando me trajeron a Santiago y que me hayan invitado a presentar el libro a La Serena es lo máximo que me podría haber pasado, de hecho, todavía no lo presentamos en Santiago”.

La autora quien estudió Pedagogía en Castellano en la Universidad Católica y luego Licenciatura en Estética en la misma casa de estudios, confiesa que en La Serena su padre se ‘transforma’,

“venía haciendo su camino y llegar de profesor, trabaja en todos los colegios, escribe en el diario y tenía un programa en la radio. Fue un agitador cultural maravilloso, salíamos todos los sábados a la librería de los hermanos Ramos en calle Balmaceda. Toda La Serena para mí es como el paraíso. Además, fue el padre más cariñoso que se podría haber imaginado hasta el día de su muerte, por eso creo que le hubiese gustado que su libro se presentase en esta ciudad”, destaca.

 Teresa rememora que su progenitor cultivó una cercanía con Gabriela Mistral, “fue quien más sabía de ella y lo enviaron a buscarla al aeropuerto y acompañarla en el taxi hasta el hotel cuando estuvo en Chile”.

De esa época es la anécdota cuando su padre le comenta a la poetisa que se detendrían por algunos minutos frente a alumnas de un colegio que la esperaban con pañuelos blancos al lado  de la carretera como homenaje, “pero, ella le tomó la mano y le dijo, ‘niño, dile  que sigan (al conductor del taxi), no quiero’ y mi padre le insiste que será sólo un rato, pero le recalcó que no y se puso muy triste y después tuvo que explicar que ella no quiso detenerse.

Nunca pudo olvidar ni perdonar el mal trato que recibió. Desde chica me crié escuchando las poesías de Gabriela Mistral que nos enseñaban en el colegio. Creo que, en mi caso, la poesía entró con ella (Gabriela) más que con mi padre”.

-¿En algún momento habló con su padre la posibilidad de hacer un libro biográfico?

“Un día me llevó una carpeta amarilla llena de papeles y documentos, fotografías y pequeños papelitos  y bastantes posibles  epitafios  y me dijo, ‘hija, le vengo a entregar esto para que después de mi muerte lo trabaje, son mis memorias. Pero, le contesté, ‘papá, como se le ocurre, escríbalo usted, además, como  habla de la muerte’. Me daba terror la sola idea que se podría morir, pensaba que era inmortal. Pero, a los pocos meses sufre un fulminante ataque cardiaco y fallece a los 78 años el 2009”.

¿Al pasarle la carpeta  cree que presentía algo?

No, aunque desde siempre mi padre andaba enrollado con la muerte, para  él cada año nuevo o cumpleaños era una tortura. Cuando cumplía 33 decía, ‘ya soy un viejo y la muerte me asecha’, todo dramático”.

Experiencia al límite

-¿Para el texto hubo entrevistas en profundidad?

“No, me dijo, ‘aquí está  la carpeta y haga lo que tenga que hacer y escríbalo a su manera’ y le respondí, ‘pero, papá este es un compromiso muy grande’ y en el camino se me iba ocurriendo como seguir. Tuve que leerme miles de páginas y todos sus libros de poemas que había escrito, me demoré nueve años y al principio cada vez que me metía al libro, empezaba a llorar y no podía. 

Pasaron varios años para que pudiera encontrarme más objetivamente con él y sentía que me estaba guiando, porque si no hubiese sentido eso, no hubiera podido (…) Él  siempre me contaba historia de sus abuelos y bisabuelos, conversábamos y salíamos mucho. Lo acompañaba a la casa de Joaquín Edwards Bello en Santiago o a reuniones con escritores, andaba conmigo para todos lados  y me impregné más de su mundo  y después fue mi mundo y el de mi  hermana”.

-¿Qué recurso utiliza en la construcción, prosa, relato periodístico?

“Es una novela que está fragmentada por años según los libros que iba publicando y a los diarios de vida que él iba escribiendo y cuando cumplió 50 años, mi abuela se lo entregó, a pesar que él le había dicho en su momento  que los botara, pero ella no fue capaz y comenzó a releer lo que escribía y a encontrar cosas que lo sorprendieron y llamaron la atención y comenzó a reescribirlo “.

-¿Qué le diría a las nuevas generaciones y a estudiantes del Liceo  Gregorio Cordovez de La Serena sobre quien fue su padre?

“Fue un hombre bueno y más noble del mundo, de una inteligencia superior y una memoria extraordinaria.  Fue bueno para leer y el fútbol, distinto a los otros niños. Un hombre que amó profundamente su trabajo de profesor. Los alumnos del liceo que aún están vivos lo recuerdan como al maestro que le enseñó a ver los libros, que los hacía actuar en clases, improvisar y le hizo entrar la literatura con amor y pasión”.

Teresa profundiza que en la publicación aparecen  las personas que lo conocieron  y quedaron marcadas con su estilo y capacidad, “todos quienes fueron sus grandes amigos. Por ejemplo, Peña Hen (Jorge) con quien en tiempos de navidad se hacía el retablo navideño  en el estadio La Portada, donde entraba el burro y la virgen. Mi papá hacía los libretos y Peña Hen la música.

El libro de mi padre para los jóvenes es la historia de un hombre que vivió y amó La Serena, cuando la ciudad era algo diferente y las referencias y lugares que menciona todavía existen y aparece por primera vez su dolor inmenso que nadie lo notó porque siempre sonreía y estaba contento. Es una novela, pero también  un testimonio de época y un documento histórico contado en primera persona   y eso es lo más valioso, más que la vida de él”.

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