Desde 1975, el 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, y con ello se me vienen a la memoria las luchas privadas y públicas que hemos debido resistir en cada uno de nuestros ámbitos de desempeño a lo largo de la vida.
Desde la niñez abriéndome paso entre los varones para participar en juegos de niños, de adolescentes buscando un espacio de identidad, que a ojos de otros siempre pareció ser poco femenina.
De adulta, levantando la voz entre círculos de hombres a los que les cuesta valorar la opinión de una mujer, debiendo comprobar aptitudes y competencias más allá de los estereotipos. Haciendo constantes esfuerzos por conciliar las relaciones profesionales, familiares y personales en modo automático.
Seguramente, no cuento una historia muy diferente a la tuya y a estas alturas ya te sientes identificada y encuentras tus propias luchas.
Después de los 40, se siente el cansancio, y no hablo sólo de lo físico, sino de lo emocional, del desgaste que implica ser mujer en la sociedad actual, entonces me pregunto: ¿Por qué estamos tan cansadas?
Sin hacer grandes esfuerzos bibliográficos, doy con una idea central. Socio-históricamente somos las mujeres las encargadas de las labores de cuidado. Como dato, representamos el 97,4% de las personas que se encuentran desocupadas o inactivas y que no buscan trabajo por razones de cuidado o responsabilidades familiares (INE, 2021).
Asumimos naturalmente las funciones de reproducción y culturalmente las de atención durante la infancia. En los sistemas económicos, encargadas de reproducir los sistemas de producción, aportamos con actividades no remuneradas para la mantención del sistema capitalista, como lo refiere Silvia Federici en su obra el Patriarcado del salario.
Desde “Las profesiones modernas (especializadas), dilemas del Conocimiento y del poder”, como incida en su publicación Cecilia Aguayo, con profesiones altamente feminizadas como vinculadas a la salud, la educación y las ciencias sociales y los hombres están más presentes en las áreas de tecnología y ciencias básicas.
El panorama es que más mujeres han ingresado a la educación superior, la brecha de género ha disminuido, pero la más significativa se encuentra en las carreras STEM (Ciencias, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas) con diferencias negativas cercanas al -61 puntos porcentuales en el promedio para el periodo 2018-2022 masculinizando estas áreas, según lo indica el Informe Brechas de Género en Educación Superior 2022, recién publicado por la Subsecretaría de la Educación Superior.
Siempre cuidando, pero cuidándonos poco y si nadie nos cuida, viene el autocuidado y el automaternaje, y en palabras de la feminista comunitaria Lorena Cabnal, es el tiempo de “acuerparnos”, entendiéndolo como la acción personal y colectiva de nuestros cuerpos indignados antes las injusticias, y proveerse entre sí energía política para resistir ante las múltiples opresiones que son explicadas desde la interseccionalidad acuñada por Kimberlé Williams. Este 8 de marzo la invitación es a acuerparnos en el cuidado.
Ximena Vásquez Sánchez. Académica de Trabajo Social
Universidad Andrés Bello. Sede Concepción
[…] contarles que el 2023 nuestra prioridad como Ministerio de la Mujer y Equidad de Género va a ser la seguridad económica de las mujeres, producto de la crisis que tuvimos en la pandemia, […]