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La mayoría silenciosa

Desde que Chile entró a un nuevo período de democracia existió la aspiración de cambiar la constitución de 1980, escrita bajo la dictadura de Augusto Pinochet. En 1990 asume Patricio Aylwin y se creyó, ilusamente, que se venía un cambio de modelo, pero no fue posible. Y así desfilaron gobiernos de izquierda y derecha que sin ningún esfuerzo profundizaron el sistema neoliberal.

En este contexto, la primera que salió a la palestra fue Michelle Bachelet quien intentó dejar un texto constitucional que se armó a través de cabildos. No obstante, esto quedó como una mera anécdota dentro de nuestra historia.

18 de octubre de 2019, estalló la sociedad chilena exigiendo cambios al modelo, pidiendo el fin del neoliberalismo. Había marchas casi todos los días, el país se agitó bastante hasta tal punto de peligrar la institucionalidad del Presidente de la República, y así se llegó el famoso acuerdo del 15 de noviembre a través del cual se propuso una convención constitucional, plebiscito de entrada y de salida.

Y en octubre del 2020, año de pandemia, además, la opción de una nueva constitución, que fuera redactada por gente que no tuviera nada que ver con el congreso ganó de manera estrepitosa.

¿Entonces, qué pasó?

A pesar de todas las carencias que tenemos en Chile en derechos sociales, cuya instauración en Europa y otros países desarrollados son de sentido común, más que de una tendencia política, la mayoría decidió rechazar el texto redactado por la convención.

Por mucho que nos duela, y en ese segmento me incluyo, hubo errores fatales en este proceso que, quizá, la derecha hábil y manipuladora, sabía que se desencadenarían en un momento dado.

Por nombrar algunos, personajes pintorescos dentro de la convención, poca información a la población acerca del proceso, la Lista del Pueblo (ya que hubo otros independientes que fueron bastante dignos), la manipulación de los medios de comunicación que nunca nadie paró.

A eso hay que agregar que los partidos de izquierda se concentran, de manera casi obsesiva, en cada puerta a puerta o conversatorio en instaurar conceptos como el feminismo de extremo, la plurinacionalidad, el veganismo, entre otras ideologías. No estoy diciendo que no esté de acuerdo con esta idea, pero debemos respetar al que no las quiere asumir, porque tiene otra historia, porque ES OTRO, y eso no los hace superiores ni inferiores a ellos.

Lo digo así porque hace algunos días conversé con una señora conocida, quien me manifestó que una persona fue a su casa a promocionar el Apruebo y “la señorita me dijo que prácticamente tenía que odiar a los hombres y por qué, si mi esposo e hijos nunca me han hecho nada”..

Otro de los errores fatales fue que el gobierno no tomó a TVN desde un principio y lo transformó en un verdadero canal público. Es muy chistoso ver que el canal del Estado prácticamente parece de derecha, en vez de ser un medio de comunicación educativo y pluralista.

Para tratar de arreglar este entuerto, qué se debería hacer entonces:

La izquierda debe dejar de creer que tiene superioridad moral y aceptar vivir en la diversidad.

De inmediato el gobierno tiene que fomentar la creación de nuevos medios, que la publicidad estatal se distribuya equitativamente y se creen fondos Corfo o Sercotec para este fin específico.

Transformar TVN en un verdadero canal público.

Perseguir las mentiras por redes sociales y la prensa por medio de acciones penales, de las que deben hacerse parte las autoridades.

Apoyar a la clase media, entre otras iniciativas.

Sé que no tengo la panacea, ni tampoco soy dueña de la verdad, pero lo que sí es cierto es que, como dijo Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia, y sí no la salvo a ella, tampoco me salvo yo”.

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