Cada 20 de julio se conmemora la llegada del hombre a la Luna, hito que marcó una verdadera revolución, y que hoy, a más de 50 años, demuestra que la tecnología y la creatividad nos puede llevar mucho más allá de lo imaginable.
“Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad”. Las palabras acuñadas por Neil Armstrong el 20 de julio de 1969, al transformarse en el primer hombre en pisar la Luna, no sólo se convirtió en una frase histórica y en un hito dentro de la carrera espacial, sino que dio cuenta de cómo la tecnología se convirtió en el gran aliado del hombre para traspasar nuevas fronteras.
A 52 años de la hazaña, el mundo vuelve a sorprenderse. El 11 de julio el multimillonario Richard Branson cumplió “la ambición de su vida” al volar a las puertas del espacio en su avión cohete Unity, viaje que duró poco más de una hora. Hoy es el turno del magnate estadounidense Jeff Bezos, quien viajará en su nave New Shepard acompañado de su hermano Mark, de la veterana aviadora Wally Funk y de Oliver Daemen, un holandés de 18 años que logró un cupo tras una millonaria subasta. Posteriormente sería el turno del también multimillonario Elon Musk, impulsor del turismo espacial.
“La carrera espacial fue una iniciativa de posicionamiento y desarrollo que movió fronteras tecnológicas que aún tienen impactos y beneficios en la vida cotidiana”, explica Carlos Hinrichsen, decano de la Facultad de Diseño Digital e Industrias Creativas de la Universidad San Sebastián.
Hace 50 años, y en el período del viaje a la Luna, “dos aviones comerciales, el Boeing 474 ‘Jumbo’ y el Concorde, también estaban corriendo su carrera. El primero por masificar los viajes en avión con vuelos de largo alcance, con el primer fuselaje ancho de doble pasillo, mejorando la experiencia del viaje y mejorando la confortabilidad, y el segundo, con el doble de la velocidad del sonido, acortando la distancia entre Europa y Estados Unidos, también proponiendo una experiencia nueva y original, y ambos con una propuesta de una experiencia inmersiva única para esa época”, detalla el académico.
En este sentido “los viajes espaciales han proporcionado nuevos conocimientos y experiencias, ayudando a aprender sobre los desafíos que le depara al ser humano la conquista del universo”.
¿Viajar sin ser astronautas?
Uno de los puntos más llamativos de los actuales viajes fuera de la Tierra, y del inminente turismo espacial, es que los viajeros no necesitarían la preparación que tantos años le toman a los astronautas. “Hoy podemos ver como un “avión” puede ir al espacio donde ya no es necesario ser una astronauta para salir del planeta, y constatamos que este desarrollo tecnológico permite a estos viajeros tener una experiencia inmersiva, que calificaría como única, insuperable y notable, la que también se diseña”, apunta el decano. Al parecer hoy “basta con ser un pasajero que quiere al espacio”.
Los primeros viajes a la Luna no solo permitieron desarrollar grandes naves espaciales, sino que generó posibilidades de desarrollo en el ámbito de nuevos materiales y miniaturización. “Zapatillas, equipamiento deportivo, alimentación, uso de energía, innovación en el manejo de desechos, etc. El diseño de los trajes y equipamiento complementario a los viajes al espacio es un ejemplo de desarrollo continuo e innovación”, advierte Hinrichsen.
Lo que viene
Y si la idea de viajar al espacio como simples turistas ya parece sacado de un guión de una película, las posibilidades que se vislumbran a futuro son tanto o más impactantes. “Elon Musk y la NASA ya analizan la necesidad de contar con impresión 3D en el espacio, con el propósito de “imprimir” los habitáculos que darán forma a las ciudades que permitirán la colonización de Marte y otros planetas”, adelanta el académico USS.
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