Mucho se ha escrito y hablado sobre la migración, que es y seguirá siendo el gran fenómeno global del siglo XXI. Millones de personas van y vienen por todo el mundo, y en particular en Sudamérica, en movimientos que no se detendrán en el corto plazo. Políticos, activistas, académicos, la esgrimen en sus reflexiones y atizan miedos e inquietudes. ¿Cómo formarse un criterio?.
Comenta el académico de la Universidad Católica del Norte, Alberto Barlocci, profesor del Módulo “Ética y Sociedad” del Magister en Políticas Públicas y Gobernanza Territorial impartido por esa casa de estudios, en un esfuerzo conjunto del Instituto de Políticas Públicas, la Escuela de Ciencias Empresariales y la Facultad de Ciencias Jurídicas.
“Estamos viviendo situaciones que están provocando la salida masiva de personas en todo el mundo, que migran o huyen de su país”, afirma de entrada Barlocci, aludiendo tanto a países más lejanos, como Afganistán, Iraq, Siria, donde los conflictos han provocado un éxodo de más de 12 millones de personas, y el caso cercano de Venezuela, del que han salido 4 millones de personas. Estamos hablando de un fenómeno mundial, insiste, y de una magnitud de unos 65 millones de refugiados (internos o externos), según datos de ACNUR-ONU”.
Ningún país, continúa,”está preparado para absorber como si nada cientos de miles de personas, sin que ello suponga un contragolpe. Eso implica un reajuste en un nuevo contexto que puede llevar tiempo y hacer crisis. ¿Podrá esto concluir en un proceso idílico de inclusión e inserción en una nueva tierra? La realidad dice que, en la gran parte de los casos, eso lleva tiempo. Vengo de un país de migrantes donde las canciones de los napolitanos emigrados todavía hoy nos conmueven, reconoce.
Barlocci señala que el problema tiene diferentes causas: los conflictos, las carestías que afligen regiones del planeta y que generan éxodos masivos, emergencias, agrega, ante las cuales “debe primar es la solidaridad, es decir, la capacidad de reconocer que lo que le pasa hoy al otro me puede pasar a mí mañana”.
Las causas económicas impulsan asimismo a migrar, como consecuencia de la falta de un comercio mundial más justo y más equitativo. En definitiva, declara, “Occidente debe aprender a ganar un poco menos hoy, por el valor de la solidaridad, en vista de seguir ganando todos a futuro con un mayor comercio global. Me parece difícil no afrontar este tema hablando de migraciones. Sería como dotarnos de cientos de hospitales contra enfermedades infecciosas, sin tener la precaución de dotarnos previamente de agua potable”.
Chile, país de migrantes
Desde una perspectiva nacional y regional, Alberto Barlocci enfatiza que “Chile es un país de migrantes. Apenas el 9% de sus habitantes se reconoce de origen indígena, por lo que todo el resto no somos de aquí. Me parece que, sin reconocer este dato, es difícil abordar el tema. Tengo la sensación de que es un proceso que nos hace bien. Aporta sangre nueva, cultura nueva, visiones nuevas, nuevas sensibilidades. No hay país que no se haya beneficiado de los migrantes”.
Sin embargo, advierte que, para que este proceso avance y sea productor de efectos positivos, “necesitamos de generosidad, de solidaridad, de gratuidad, de altruismo… valores sin los cuales morimos culturalmente, asfixiados por el individualismo y el utilitarismo”.
La emigración nos da la oportunidad de considerar si somos lo suficientemente solidarios, plantea, aludiendo a que “la desigualdad que se ve en el país, que es seria, dice que tendencialmente esa solidaridad no se transforma en un orden económico que permita a todos alcanzar igualdad de oportunidades”. En la misma línea, afirma que “carecemos de bienes comunes, por lo que veo que el proceso migratorio, al ingresar en este contexto, lo que puede provocar es una nueva desigualdad con personas que tendrán menos oportunidades”
Al evaluar las actuales políticas públicas en las dimensiones social, cultural y económica respecto a la protección de derechos de las personas migrantes en nuestra Región, Alberto Barlocci concluye que “ estamos en los comienzos. Apenas estamos reaccionando ante el fenómeno. Esa protección de derechos será real en el momento en que entendamos que todos somos responsables de ello y no solo las políticas públicas. Es decir, los derechos no los vulnera solo la ausencia de una determinada política, sino también el barrio en el que los vecinos discriminan, el empresario que no paga lo justo por ser migrante, el que se aprovecha de ciertos desconocimientos…”