Dra. Leyla Nazal, presidenta Asociación Chilena de Hepatología, filial de la Sociedad Chilena de Gastroenterología.
En Chile y el mundo las hepatitis crónicas causadas por virus B y C siguen siendo causa importante de cirrosis y cáncer hepático, siendo uno de los principales problemas el diagnóstico tardío. Actualmente contamos con vacuna para la hepatitis B, la cual está incluida en el calendario de vacunación universal desde el año 2006, pero no existe vacuna para la hepatitis C, por lo que debemos concentrarnos en su prevención, diagnóstico y tratamiento oportunos.
En nuestro país la hepatitis C debió recorrer un extenso camino para ser incluida en el Plan AUGE, con una canasta de prestaciones que actualmente incorpora las nuevas drogas antivirales orales; las cuales consiguen tasas de curación cercanas al 100% con escasos efectos adversos. Sin embargo, aún debemos trabajar en conjunto con la autoridad sanitaria para lograr mayor acceso a dichos tratamientos y sobre todo optimizar la pesquisa de casos no diagnosticados, con el fin de lograr en el futuro la erradicación de la enfermedad.
Las primeras conversaciones a este respecto se remontan al año 2004, tiempos en que la hepatitis C no era considerada una patología relevante. En los años sucesivos, la hepatitis C se convirtió en una realidad palpable en hospitales y clínicas de todo el país, dando cuenta de aproximadamente el 20% de los casos de cirrosis y sus complicaciones.
A esto se sumó que a inicios de la década, se detectaron en bancos de sangre de nuestro país algunos casos de donantes de sangre portadores de hepatitis C no notificados, lo que dio pie a que se activara un acucioso protocolo para garantizar la donación de sangre no contaminada y así resguardar la seguridad de los receptores, además de informar a los portadores de su condición y darles tratamiento. En este largo proceso, jugó un rol preponderante la lucha de agrupaciones de pacientes con hepatitis, que buscaron que sus tratamientos fueran parte de las garantías explícitas en salud del Minsal, y el apoyo y asesoría de las sociedades científicas en la conformación de las guías nacionales.
Chile hoy cuenta con una canasta actualizada de tratamiento con drogas de última generación para toda persona con diagnóstico del VHC, con resultados de alta efectividad y curación a los 3 meses de tratamiento. No obstante, el diagnóstico sigue realizándose exclusivamente en el nivel terciario de salud, hospitales, abandonando la posibilidad de detectar a tiempo a otros portadores en la atención primaria.
La recomendación de la SCHGE y ACHHEP es que toda persona mayor de 45 años, con o sin síntomas de hepatitis a la fecha, se realice un examen serológico para detectar la presencia del virus, evitando así complicaciones futuras que puedan derivar en cirrosis y cáncer, aumentando las cifras de mortalidad. Se sabe que menos de un 5% de la población con hepatitis C está al tanto de su condición y un 95% de los portadores desconocen su realidad.
El contagio de hepatitis C se da por vía endovenosa; sin embargo en Chile, a diferencia de otros países, la drogadicción vía intravenosa es de baja frecuencia. La mayor causa de contagio corresponde a transfusiones previas a la implementación de pesquisa en donantes de sangre, uso de jeringas no esterilizadas adecuadamente, tatuajes y piercings.
Es de gran importancia que el Estado asigne prioridad a esta realidad en Chile y active campañas educativas de prevención y pesquisa universal en mayores de 45 años. La implementación de exámenes serológicos preventivos a nivel de consultorios permitiría el acceso a diagnóstico de población circulante que pueda portar el virus, de modo de recibir un tratamiento efectivo precoz, con alta tasa de curación, evitando así muertes y gastos de salud. Los desafíos deben centrarse en la prevención y el diagnóstico temprano.