El psicólogo social, antropólogo y académico de la Universidad de Santiago, Dr. Sergio González, afirma que el alto número de niños que aseguran sufrir violencia física o psicológica en sus hogares –cerca de un 50% de los menores según un estudio de la ONG World Vision- obedece al frágil contexto social en el que se desenvuelven sus padres. “Esto se explica por las asimetrías sociales que tenemos en Latinoamérica y por la inequidad, pues reproduce la violencia”, afirma.
Un 49,9% de los niños de Chile asegura sufrir violencia psicológica o física en sus hogares. Es decir, prácticamente la mitad de las familias del país utiliza la violencia en su forma de crianza. Esta fue una de las conclusiones del estudio ‘Modelos culturales de crianza en Chile: castigo y ternura, una mirada desde los niños y niñas’, realizado por la ONG World Vision en conjunto con la Universidad de Chile.
A juicio del psicólogo social, antropólogo y académico de la Universidad de Santiago, Dr. Sergio González, esto se produce por la segregación de la sociedad chilena y, en general, de Latinoamérica, ya que la violencia siempre es motivada por la negación de un otro distinto, que por su diferencia representa una amenaza. Por ello, el experto explica que dicha violencia se manifiesta en la incapacidad de resolver conflictos por la vía de una comunicación armónica.
“Negar al que es diferente, descalificándolo y denostándolo por pensar distinto es algo muy común en nuestro continente”, señala el especialista. “Esto puede explicarse por las asimetrías sociales que tenemos en Latinoamérica, que implican una diferencia demasiado grande entre unos y otros. La desigualdad promueve una matriz en la que se reproduce la violencia, pero siempre atendiendo a este principio de la negación del otro, donde se rechaza al que es diferente, que amenaza e interpela”, afirma.
No obstante, el académico de la Escuela de Psicología del plantel estatal considera que el hecho de que sea la mitad de las familias las que crían de esta forma no es tan negativo, si se compara con lo que sucedía hace cuatro o cinco décadas atrás, donde la violencia en la crianza era practicada de manera transversal, por todos los estratos sociales e, incluso, validada como método de formación en las escuelas, indica.
“Antes, un profesor podía pegarle con una regla a un niño o una bofetada. Que los padres usaran la violencia para corregir comportamientos era totalmente habitual”, grafica. “Hoy, esto nos interpela y se nos aparece como una situación a corregir, porque se trata de una anomalía social. Las orientaciones de crianza de los nuevos padres, entre los 20 y los 40 años, serán totalmente diferentes a las que recibieron”, asegura.
Según el Dr. González, esto se debe a que la cobertura de la educación básica y media ha avanzado con creces en la sociedad chilena, lo que implica no solo un mayor conocimiento e información, sino que el aprendizaje de normas tanto de convivencia como de socialización, que constituyen herramientas eficaces para resolver conflictos por la vía de la comunicación. Esto, además de los valores propios que ha promovido la modernidad desde el último tercio del siglo pasado, como el respeto por los derechos y la identidad de los demás.
Finalmente, considera un error calificar las generaciones actuales como “blandas”. Para él, lo que se evidencia en ellas es un mayor respeto y consideración. “En la crianza de los hijos no debe haber muchas normas, sino solo algunas que sean claras, explícitas y que se apliquen de manera coherente. Es decir, tanto para los hijos como para los padres, para que exista congruencia. Lo importante es que no se niegue o subordine al otro”, concluye.