Proyecto financiado por el Gobierno Regional de Coquimbo y ejecutado por Fundación Chile, demostró que el reúso de aguas residuales tratadas es una alternativa factible y rentable de implementar, generando una nueva fuente de agua que aporta al desarrollo productivo local.
Con la presencia del Jefe de la División de Planificación y Desarrollo Regional de Coquimbo, José Cáceres Rojas; el Presidente de la Comisión de Fomento Productivo, Ciencia y Tecnología del Consejo Regional de Coquimbo, Juan Carlos Codoceo, y la Subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile, Ulrike Brosheck, la semana pasada se realizó el seminario “Reúso de Aguas Residuales Tratadas como Nueva Fuente de Agua”.
En el encuentro se dieron a conocer los principales resultados del proyecto “Reúso de Aguas Residuales Tratadas para Uso Productivo en Zonas Rurales de la Región de Coquimbo”, que busca generar nuevas fuentes de agua para uso productivo, -agrícola, consumo animal, minero o industrial- para hacer frente a la situación de escasez hídrica que afecta a esta zona del país.
El modelo de tratamiento de aguas residuales se aplica con éxito en países como España, Estados Unidos, Singapur e Israel. Este último, cuenta con un sistema de tuberías exclusivas para el reúso de aguas residuales tratadas, que se destinan principalmente para uso agrícola, lo que les ha permitido disminuir en 70% las extracciones de agua para este rubro, uno de los más intensivos en el consumo hídrico.
El proyecto FIC-R, que tomó alrededor de 30 meses, involucró una serie de etapas, partiendo con el levantamiento de información sobre la oferta de aguas residuales y la demanda de los sectores productivos de la región; caracterización de las plantas de tratamiento; medición de la calidad y caudal de aguas descargadas por estas; hasta la implementación de una planta de reúso productivo para el cultivo de 6 hectáreas de alfalfa mediante el aprovechamiento de la descarga realizada por la PTAS de Cerrillos de Tamaya en la zona de Ovalle.
“La planta piloto permitió establecer que el reúso de aguas residuales rurales tiene un potencial mayor al que habíamos previsto, con múltiples beneficios en el desarrollo económico local, crea empleo, hace un uso más eficiente del recurso hídrico, aporta una nueva fuente de agua para abordar la brecha hídrica y además, tiene un efecto positivo en el medio ambiente, aprovechando aguas de descarga”, afirmó Ulrike Broschek, subgerente de Sustentabilidad de Fundación Chile.
El proyecto determinó que de las 71 Plantas de Tratamiento de Aguas Servidas (PTAS) de la Región de Coquimbo, un 38% tiene potencial para aplicar el reúso a corto plazo. Si todas estas plantas implementaran sistemas de reúso para riego de paltos, generarían ganancias anuales por $ 1.200 millones.
Lanzamiento publicación
En la ocasión se lanzó el libro: “Claves para la gestión de aguas residuales rurales. Primera Planta de Reúso de Aguas Tratadas en la Región de Coquimbo, una experiencia replicable”, que expone los principales resultados y conclusiones del proyecto desarrollado en la Región de Coquimbo.
Gerardo Díaz, jefe de proyectos de Fundación Chile, señaló que la publicación, además de difundir la experiencia, es una guía para la implementación de sistemas de reúso productivo.
El libro incluye información sobre normativas de cultivos sobre aguas residuales tratadas, a nivel nacional e internacional; comercialización y exportación de productos regados con agua tratada; recomendaciones sobre los tipos de cultivos apropiados, y tecnologías de riego que pueden utilizarse con este sistema; además de información sobre estándares internacionales para el uso agrícola.
“La idea es, por ejemplo, que si un agricultor se plantea hacer uso de aguas residuales para producir cultivos agrícolas, consulte el libro y sepa cuáles son los productos que es posible cultivar con este tipo de efluente, además de las condiciones de calidad que se deben cumplir para mantener la inocuidad del producto generado”, señala.
Díaz detalla que entre los productos que se pueden cultivar con aguas residuales tratadas, están los frutales mayores -limones, paltas, manzanas, duraznos, entre otros- que se pueden regar sin restricción porque el agua no entra en contacto con el fruto, “a diferencia de las hortalizas que no se recomienda regar con este modelo, debido a que el potencial peligro de que contaminantes biológicos persistan en el producto es demasiado alto”, precisa Día.
Respecto de los sistemas de riego, la mayoría aplican, pero se sugiere optar por los más eficientes, como el riego por aspersión y por goteo.
Caso de éxito
En enero de este año, en el marco de este proyecto se inauguró la primera planta de Aguas Residuales Tratadas (ART) para uso productivo en zonas rurales, en la localidad de Cerrillos de Tamaya, en la comuna de Ovalle, la última fase del Proyecto FIC-R impulsado y financiado por el Gobierno de Coquimbo y ejecutado por Fundación Chile.
Gerardo Díaz comenta que el proceso de selección del emplazamiento de la planta de reúso tomó en cuenta una serie de factores, como la situación administrativa de la planta; la calidad y caudal de las aguas que generaba; cercanía de un terreno agrícola; un agricultor que se quisiera hacer un cargo; e interés de la administración de la PTAS en realizar reúso de aguas, entre otras.
Tomando en consideración estos criterios, la planta seleccionada fue Cerrillos de Tamaya, ubicada a 27 Km al noroeste de la ciudad de Ovalle. Tras la evaluación técnica y económica, se determinó que ésta genera 6 lts./seg de aguas residuales tratadas y que el cultivo agrícola más apropiado era la alfalfa en un área de 5,5 hectáreas. La implementación demandó una inversión de $ 55 millones, la que se recuperaría en dos años a dos años y medio dependiendo de la producción y del precio de venta de los fardos de alfalfa.
A cuatro meses de la puesta en marcha del proyecto piloto, Díaz comenta que los resultados han sido tremendamente positivos, debido a que lograron reducir el tiempo del primer corte de alfalfa de tres meses a un mes y medio, sumando tres cortes en cuatro meses, en circunstancias que lo normal son ocho al año.
“Esto se explica por las características del terreno, la tecnología de riego aplicada, el tipo de semilla utilizada y, además, por la presencia de fertilizantes que comúnmente se encuentran en las aguas residuales y que ayudan a potenciar el desarrollo de productos agrícolas”, explica Díaz.