Gracias al trabajo conjunto de la Fundación para la Innovación Agraria e Inia, el pepino dulce podría obtener dicha certificación, agregando valor a este fruto típico de la región.
Dulce, jugoso, bajo en carbohidratos y rico en antioxidantes, el pepino dulce es una fruta típica de la IV región —en la zona se produce el 80% de la existencia a nivel nacional—, y hace tres años comenzó a protagonizar un proyecto de innovación en busca de agregarle valor, el cual finalizó el día de hoy con un seminario donde se expusieron los resultados del trabajo conjunto entre la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA).
Hasta el encuentro llegaron especialistas del mundo de la agricultura, productores de pepino dulce y autoridades, quienes hicieron entrega a los agricultores de pequeños ejemplares de los mejores ecotipos seleccionados gracias al proyecto, los que les permitirán obtener mejores plantas y con ello, mejorar la productividad de sus predios.
La investigación comenzó con una pregunta: ¿Son los pepinos dulces de Cerrillos de Tamaya diferentes morfológica y funcionalmente de los pepinos cultivados en Valparaíso? Para ello se comenzó con la caracterización de los pepinos existentes y, en paralelo, con la organización de los productores, quienes necesitaban consolidar sus redes de trabajo para el óptimo desarrollo de este proyecto.
Resultados de Investigación
El estudio logró captar 162 ecotipos en la región de Coquimbo y Valparaíso, de los cuales 129 se encuentran en Cerrillos de Tamaya, comprobando que es esa zona la más rica en recursos genéticos.
A pesar que a nivel mundial el pepino dulce tiene altos precios, es considerado un fruto exótico que ha sido postergada en términos de investigación y en Chile es un frutal al que no se le otorga mayor valor, aunque los primeros estudios de este proyecto demuestran que es un cultivo bastante rentable. No existen variedades comerciales, si no ecotipos con productividades muy variables y, pese a que insumos chilenos han sido llevados al extranjero para el desarrollo de variedades, no hay desarrollo local en esta especie.
“El material genético con que cuenta Chile corre un alto riesgo, ya que la especie se propaga vegetativamente —lo que requiere agua para su mantención entre temporadas— por lo que el déficit hídrico que afecta a la región puede causar la pérdida de un valioso y único recurso genético que urge rescatar”, explica René Martorell, ejecutivo de Innovación de FIA a cargo de la iniciativa.
Más que indicación geográfica, un producto patrimonial
Según los resultados de la investigación, el suelo donde se cultivan los pepinos es el que le otorga cualidades únicas a este fruto: “demostramos que los materiales de cerrillos de Tamaya son más dulces producto de la salinidad de los suelos, y también hemos podido determinar cuáles son las mejores dosis de fertilización y de riego, así como algunas directrices en el control de plagas”, explica Constanza Jana, directora de Inia Intihuasi y coordinadora del proyecto.
Sin embargo, los especialistas relevan también la importancia cultural del pepino dulce como un producto asociado a un territorio. “Si bien también se encuentra en países como Bolivia y Perú, está asociado históricamente a la AFC de la región de Coquimbo, por lo que responde a una identidad cultural vinculada a la zona. Es por esto que el proyecto se adjudicó en la primera convocatoria nacional de valorización del patrimonio agrario, agroalimentario y forestal del país en el año 2014”, explica Martorell. Agrega que “estamos muy conformes con los resultados y esperamos que se transformen en un impulso para seguir fortaleciendo la asociatividad de los productores”.
Dionisio del Tiguera, productor de pepino, concuerda con la opinión del ejecutivo de innovación: “este proyecto ha sido tremendamente importante porque nos ha permitido complementar la información que nosotros manejamos de antaño con la información que las instituciones nos han dado, y que nos ha enseñado mucho. También nos damos cuenta de que nosotros tenemos una tarea pendiente en asociatividad, para recuperar este cultivo que tanto nos ha dado en nuestros años de gloria y que lo estábamos abandonando un poco”, explicó.
Este objetivo fue apoyado en el proyecto por medio de un Grupo de Transferencia Tecnológica (GTT), instancia gestionada por Inia y que buscó entregar herramientas para interiorizar a los productores en relaciones de intercambio de experiencias y conocimiento, como medio de valoración para las organizaciones.
Hoy, además de dar cierre formal a la iniciativa, el equipo cuenta con un “cuartel madre” con 86 ecotipos comprobados, las que conforman un grupo de “plantas de elite” para ser reproducidas a nivel clonal, transformándose en un banco único en Chile.