La académica de la Universidad de Santiago de Chile, Marcela Zamorano, sostiene que, independiente del resultado de la investigación del Minsal por el uso de edulcorantes para reemplazar el azúcar y evitar los logos de la Ley de Etiquetado, la legislación debe restringir claramente la porción permitida por producto y no una referencia genérica, como existe ahora, sobre la cantidad recomendada para todo un día.
“Las últimas generaciones de edulcorantes están siendo estudiadas en efectos que antes eran impensados, como problemas en la flora intestinal o que terminan produciendo una mayor necesidad de azúcar”, advierte.
El Ministerio de Salud se encuentra investigando el efecto de los edulcorantes y en cuántos alimentos está reemplazando al azúcar. Esto, debido a que se ha advertido que la industria ha incurrido en estas prácticas para poder sortear los logos de la Ley de Etiquetado.
Para la especialista en análisis de los alimentos y académica de la Universidad de Santiago de Chile, Marcela Zamorano, el problema de incorporar estos aditivos es que pueden provocar efectos indeseados en la salud de las personas.
“Las últimas generaciones de edulcorantes, como la sucralosa o derivados de estevia, están siendo estudiados en efectos que antes no se consideraba que pudieran tener, por ejemplo, problemas en la flora intestinal o que terminan produciendo una mayor necesidad de azúcar en el consumidor”, sostiene.
La especialista, que ha impartido la asignatura de Aditivos de la Industria Alimentaria, sostiene que el principal peligro radica en utilizar endulzantes en alimentos que, por definición, no debieran incorporarlos, ya que se termina engañando al consumidor.
“Solo se debe permitir el uso de edulcorantes en alimentos bajos en calorías, en grasas, etcétera”, apunta.
Sin embargo, lamenta que “el etiquetado ha hecho que se introduzcan en alimentos que antes, normalmente, no estaban, solo para bajar el contenido de azúcar. Ahí la legislación es un poco débil o no tan específica en cuanto al uso de edulcorantes”.
“La reglamentación no es tan clara y habría que modificar el artículo de los edulcorantes, en qué alimentos están permitidos. Lo otro es que estos aditivos tampoco tienen una dosis máxima permitida”, critica.
La especialista sostiene que lo único que está indicado “es lo que llama es la Ingesta Diaria Admisible (IDA), que es la ingesta máxima que se puede tener de edulcorante en un día”. “Que el alimento tenga una cantidad máxima de sucralosa está relacionada con la dosis máxima diaria que uno pudiera tener”, ejemplifica.
Por eso, sostiene que se debe avanzar en “hacer más restrictiva la cantidad de edulcorante” y llama a considerar la experiencia internacional. “En la Comunidad Económica Europea, los edulcorantes están por tipo de alimento y concentración máxima en cada tipo. Nuestra legislación en ese sentido es un poco más libre”, sostiene.
En ese sentido, enfatiza que “tal como en el caso de los preservantes o de los antioxidantes, se debe limitar una concentración máxima”. Esto, pensando especialmente en los niños, ya que “por el bajo peso que pueden tener”, estos pueden terminar consumiendo en un par de productos la dosis de endulzante recomendada para todo un día.
Responsabilidad empresarial
De acuerdo a Zamorano, en los últimos diez años, “el uso de edulcorantes debe haber crecido un 200%”.
“Lo malo es que hay profesionales detrás de esto, y uno cree que deberían actuar con cierta rigidez en el desarrollo de sus productos, pero, a veces, la presión de las gerencias para que estos no tengan los sellos es más fuerte”, lamenta.
No obstante, sostiene que hay casos en que el empresariado ha dado muestras de responsabilidad con la salud de la población, y que sería deseable que se repitiese en esta discusión por la Ley de Etiquetado.
“Hace cuatro años, el pan tenía 700 miligramos de sodio por 100 gramos de pan, pero hoy, casi todo el pan que consumimos tiene menos de 450. Los empresarios lograron convencerse de que el pan que le estaba llegando a la población era dañino”, destaca.