La Directora Regional de la Fundación Superación de la Pobreza (FUSUPO), explica los cambios en los modos de vida producto de la escasez hídrica que ha aquejado los últimos 14 años a la región de Coquimbo. A través del trabajo de los profesionales del Programa Servicio País, que hoy están en 7 comunas de la región, han construido un diagnóstico social certero: el cambio de vida se ha instalado, la gente está migrando de las comunas y los territorios están cada vez más aislados, ¿qué estamos haciendo como sociedad para apoyar a quienes sí se están quedando y adaptando a la nueva naturaleza?, se pregunta.
Parece una paradoja que tengamos episodios de lluvia extrema en zonas donde la sequía y la escasez hídrica ya forman parte del paisaje cultural y natural. Cuál es la reflexión de la Fundación al respecto, asumiendo que esto forma parte del cambio climático
Justamente hace un par de semanas analizamos este tema en un seminario en la Universidad Santo Tomás. Abordamos la problemática del cambio global y dentro de él, las consecuencias del cambio climático. En nuestra región este cambio ambiental es un proceso que se percibe día a día y pese a ello, no parece que hagamos mucho para detenerlo como sociedad. Nuestro entorno se está manifestando, se ha manifestado por décadas. No se trata de lo que ocurrió ahora con los temporales, o con los riesgos que vendrán durante este invierno. Con estas emergencias meteorológicas es el cambio climático lo que se hace más evidente, los aluviones, la lluvia excesiva, los incendios, las olas de calor o incluso las tormentas eléctricas del año pasado. Lamentablemente el tema ocupa un lugar en la opinión pública cuando ocurren desastres naturales, pero acá en Coquimbo lo vivimos a diario. Por ejemplo, somos la región donde la escasez hídrica es más evidente y tenemos un proceso más amplio que es la desertificación. El Centro de Información de Recursos Naturales (Ciren), nos dice que más del 49% de los suelos del país sufren erosión, pero en Coquimbo, más del 84% del suelo está erosionado, tanto por los largos periodos de sequía como por los conflictos territoriales de la agroindustria.
Pero da la impresión que la gente, más allá de los problemas, ha mirado con esperanza el regreso de las lluvias
Acá los agricultores hablan de años buenos y malos, y este parece ser un año bueno, después de 14 malos. La gente ve con esperanza el resurgimiento de los caudales naturales y sin embargo el cambio climático ha agudizado el aislamiento y despoblamiento de varias comunas y ha instalado la necesidad de adaptarse a otra realidad. Nuestro paisaje ya cambió y el desierto ya está en nosotros. Las alteraciones en el clima vinieron a romper la imagen que habíamos tenido durante 14 años, ya estábamos acostumbrados. Los niños y niñas jamás habían visto los esteros con agua y hoy los ven desbordarse.
Los cambios parecen afectar con mayor intensidad a los más vulnerables
Siempre ocurre así, lamentablemente. Sabemos que la pobreza se manifiesta de formas diversas y en este caso la escasez hídrica ha tenido un efecto drástico en las actividades agrícolas tradicionales como la ganadería caprina y la agricultura familiar campesina. Por ello hemos intencionado nuestro aporte de profesionales Servicio País en esas comunidades. Lo que vemos en las comunas donde trabajamos ahora – Canela, Combarbalá, Los Vilos, Monte Patria, Paihuano, Punitaqui y Vicuña – y en otras donde hemos estado en años anteriores, es que se ha agudizado un fenómeno muy preocupante que es la migración, particularmente de los hombres jóvenes, que buscan mejores oportunidades laborales en La Serena, Coquimbo o en centros urbanos de otras regiones. Esta migración amenaza el desarrollo productivo, porque en las zonas territorial y económicamente más vulnerables, quedan los adultos mayores y las mujeres, que además se ven tensionados a desarrollar emprendimientos, a adaptarse a la nueva realidad climática diversificando su producción. Y muchas veces este proceso no cuentan con la posibilidad de desarrollar sus capacidades y por tanto aumenta la pobreza y el sentimiento de frustración, de quienes toda la vida se dedicaron a las labores del hogar y hoy deben sumar a ello la necesidad de contribuir económicamente.
Y cómo se vive el día a día en este sentido en las zonas rurales
Las familias más vulnerables ven en riesgo permanente su abastecimiento de agua potable. En las zonas rurales los camiones aljibe pasan cada 15 días. Entonces estos días en que hemos visto los desbordes de ríos y esteros producto de las lluvias, uno reflexiona sobre la enorme paradoja que nos afecta: los embalses están en su máxima capacidad y pese a ello hay comunidades que dependen de los camiones con agua. Entonces el tema del agua es crítico. En los cambios instalados, vemos cómo se manifiesta la pobreza en lo productivo y también en las prácticas socioculturales y abundan los sentimientos de desesperanza, frustración, de vivir en riesgo. Y todo ello amenaza el futuro de los territorios rurales apartados. Cabe preguntarse qué estamos haciendo como sociedad para apoyar a quienes sí se están quedando y adaptando a la nueva naturaleza.
Cómo se podrían enfrentar mejor estos nuevos escenarios, considerando que este invierno puede traer más sorpresas
Sabemos que nuestros sectores rurales tienen graves problemas de conexión, por lo tanto temporales mayores obviamente agudizarán ese aislamiento. Pero esto pasa en todo sentido, los desastres naturales destapan, muestran aquello que muchas veces está oculto, que es la vulnerabilidad en nuestra región. Nuestras acciones son de reacción, ha habido esfuerzos, planes de mitigación y de adaptación, pero es necesario profundizar en eso. A través de Servicio País por ejemplo, estamos abordando todos los aspectos que generan o agudizan la pobreza, como la migración desde zonas rurales, las tensiones del desarrollo productivo, la deforestación, la presencia de monocultivos, los problemas de la agroindustria, etc. En todas nuestras intervenciones implementamos estrategias y acciones para optimizar los recursos, sensibilizar y capacitar. Necesitamos soluciones integrales y queremos aportar ahí. Por ejemplo los estudios de riesgo y zonificación denotan una preocupación de las autoridades, pero si eso no conversa con las comunidades, no tiene ningún sentido. Planificar permite ordenar la inyección de recursos, pero si no lo hacemos con participación, pasan cosas como las que hemos visto.
Cómo están aportando en este proceso de adaptación, algún ejemplo concreto
Por ejemplo puedo mencionar un proyecto puntual que estamos desarrollando con el Serviu, actualmente en fase de piloto en la localidad de La Ligua, en Combarbalá, que es la adaptación intra-domiciliaria de las viviendas para la optimización del recurso hídrico. Es un sistema que se implanta en viviendas ya construidas y que permite reutilizar el agua del lavamanos y de la ducha, para el regadío de pequeñas huertas. De esta forma se puede apoyar el desarrollo agrícola por lo menos para el autoconsumo familiar, que es uno de los sectores más golpeados por escasez hídrica. Lo más relevante de este proyecto más que el sistema en sí, es que estamos habilitando socialmente a las familias, a través de actividades conjuntas con el municipio, para que usen y valoren el sistema. Y así como en este ejemplo, todas nuestras intervenciones buscan visibilizar los recursos y capacidades que las comunidades tienen para adaptarse a la nueva realidad, no son acciones de mitigación, se trata de adaptarse y buscar soluciones.