En un país donde el dinero y Dios son símbolos equivalentes y el éxito material es el fin último de la vida y “la felicidad” no es un valor a la hora de pagar las cuentas; Trump representó en la campaña el orgullo americano que incluye el desprecio a los más débiles y al fracaso. Con sus discursos logró conectarse con lo más profundo del inconsciente colectivo estadounidense, despertó la rabia del patriota que veía la pérdida paulatina del poder sobre la faz de la tierra y la negación a permitirse más tiempo en esa condición de abandono y de pérdida de la fe propagada en sus billetes.
Los estadounidenses dejaron de creer en utopías con la experiencia de la era Obama. Obama fue ovacionado hasta las lágrimas por gran parte del mundo. Obama fue la respuesta a las oraciones de las ceremonias Góspel, con sus cánticos evangelizadores por una vida justa. Obama era el mesías de los esclavizados, el redentor de todo el dolor y violencia sufrida por los afroamericanos inmigrantes y las minorías. Obama llegaba como la respuesta a un ruego y representaba la utopía de la libertad y la bendición de la vida nueva…pero se opacó tan rápidamente como la velocidad con que su pelo negro e hirsuto se fue encaneciendo.
La insolencia de Trump, su éxito personal, su avaricia, su misogamia y desprecio por los valores solidarios y humanos que tenemos como superiores, fue el mensaje que ese pueblo armado hasta los dientes quería escuchar. No hay otro fenómeno aquí. Los mercados financieros reaccionaron como ratas pero a los pocos minutos la escalada histérica reaccionó en contrario. Trump como presidente electo hizo subir las expectativas de los inversionistas tanto así como los electores empobrecidos creyeron en sus promesas. Las medidas de Trump para su gobierno no difieren en mucho a las medidas que pidiésemos esperar para nosotros; como por ejemplo frenar el loby de funcionarios públicos y políticos, eliminar malas prácticas que afecten a los trabajadores, poner fin a la compra masiva de dólares por parte de China que provoca alza y beneficios extraordinarios a las importaciones Chinas, deportar inmigrantes de las cárceles a sus países de origen, prohibir inmigración de países vinculados al terrorismo, eliminar pagos a la ONU para ocuparlos en infraestructura medioambiental y no detener proyectos vinculados con energías no renovables para aumentar el empleo y retirarse del TPP, entre otras. Usted evalúe. Respecto a la Visa Walver pudiera afectarnos en la medida que nuestro país no se decida a tener una política de inmigración que necesitamos con urgencia.
Para Chile, un país ordenadito sobre el promedio Sudamericano, obediente de lo que diga el Tío Sam y con cobre y alimentos en la región; no se ve un periodo incómodo. Trump no abandonará su vocación y revitalizará el liderazgo regional en las américas, lo que podría favorecernos. Trump tiene mayoría en el congreso y la democracia funciona bien en ese país, pero creer que cumplirá a su antojo con sus frases de campaña más temerarias, es, según el periodista Lanata, una obra de los controladores de los medios estadounidenses que no aceptan el fin del establishment al que estaban acostumbrados. Supongo que la frase “In God We Trust” será el mantra oficial de quienes se han convencido de la satanización que han hecho a la era de Trump.
Autor: Orlando Alfonso Olave | @oaolave