El experto de la Universidad de Santiago, Pablo Lacoste, afirma que el llamado del Presidente electo de Estados Unidos a dejar atrás las divisiones provocadas durante la campaña responde a un simple cálculo político que no se traducirá en una mayor ponderación de sus propuestas. “Va a ser un Gobierno de bastante tensión, división y enfrentamiento”, anticipa.
“Va a poner a prueba la calidad institucional de Estados Unidos y la convicción republicana del Parlamento, pero tiene el poder y, por eso, mil herramientas para lograr que los diputados y senadores de su partido lo apoyen”, advierte.
“Es tiempo de que Estados Unidos vende las heridas de la división. Digo que es tiempo de que nos reconciliemos como un solo pueblo unido”. Con estas palabras, Donald Trump enfrentó el día después de su triunfo en las urnas de Estados Unidos, país que lo eligió como nuevo Presidente para conducir el destino “de todos” los estadounidenses, según las propias palabras del magnate republicano. Diversas opiniones han leído esta señal como un viraje de su discurso, desde la agresividad a la moderación.
Sin embargo, para el analista internacional de la Universidad de Santiago, Pablo Lacoste, “ese discurso de Donald Trump es meramente maquillaje. Trata de mostrar una imagen más amable, pero no es él. Ese es el juego de algunos asesores. La esencia de Trump es la que él ha mostrado en campaña y la actitud que ha mostrado durante toda su carrera como empresario, agresivo frente a sus clientes y proveedores. Representa un individualismo extremo”, sostiene.
Respecto a la viabilidad de que su programa de Gobierno sea aprobado en el Congreso de la máxima potencia mundial, Lacoste anticipa “grandes batallas políticas, donde tendrá que ingeniárselas para imponer su voluntad”.
No obstante, agrega que aunque “va a poner a prueba la calidad institucional de Estados Unidos y la convicción republicana del parlamento, tiene el poder y, por eso, mil herramientas para lograr que los diputados y senadores de su partido lo apoyen”.
“Más de 70 millones de personas le dieron un mandato. Él es el Presidente y se sienten representados por Donald Trump. Esto es clave. Esto representa legítimamente a ese país. Ese señor, que es xenófobo, racista, que desprecia a los latinoamericanos representa a EE.UU., aceptémoslo”, enfatiza.
El experto proyecta que su administración “será un Gobierno de bastante tensión, división y enfrentamiento. Va a querer imponer su voluntad porque Trump no llega con una trayectoria cívica. Un político con esta trayectoria aprende a vivir democráticamente, construir consensos, escuchar de los demás, pero él no es así, no tiene esa escuela. Tiene una formación autoritaria, de quien es dueño de una empresa, que da órdenes a sus empleados y les impone condiciones a los proveedores, explota al máximo su posición hegemónica, seduce a sus clientes para que le compren lo que vende hasta que lo hacen, y ahí ya no le importa lo que piensen. No tiene ninguna sensibilidad humana ni capacidad de ponerse límites a sí mismo”.
Pese a este escenario negativo, el académico del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) del plantel estatal proyecta que “en estos cuatro años de Donald Trump no nos vamos a aburrir. Vamos a tener noticias de los choques que tendrá con el Parlamento, con la Justicia, con las empresas, con los sindicatos y con los países vecinos. Vamos a tener un constante ir y venir de situaciones muy violentas y con mucha tensión”.
Una oportunidad para Latinoamérica
“Acá puede haber un gran sentimiento antinorteamericano, como ocurrió con el caso de la Bahía de Cochinos”, señala Lacoste. “La agresión de Trump contra México es equivalente a la de Eisenhower con la revolución cubana. La reacción de esto puede ser un gran florecimiento de la identidad latinoamericana, como ya pasó con lo de Cuba. Después de esa revolución, hubo un gran despertar de la canción de Latinoamérica, de su identidad. Fue la época donde se revalorizó la cultura del continente, un renacer”, asegura.
El académico concluye que ese ‘florecimiento latinoamericano’ “no se traducirá necesariamente en un movimiento más hacia la izquierda o la derecha, porque Trump no representa ni izquierda ni derecha, sino un nacionalismo racista con mucho énfasis en el american way of life. Latinoamérica tendrá que decidir si es Trump o aprovecha la oportunidad para repensar su identidad y reafirmarla, y que pueda pensar por sí misma, disminuyendo la dependencia psicológica que tiene con Estados Unidos”.