En el marco de una charla ofrecida en la UCN, el experto aseguró que la innovación no debe ser tomada como una moda, sino como un modo de vida hacia el desarrollo sustentable y más igualitario de una sociedad.
Diversificar la economía, contar con políticas a largo plazo y superar desconfianzas entre instituciones, son algunos de los requisitos para dar un impulso significativo a la innovación. Así lo asegura Tomas Gabriel Bas, Ph.D., actual Director del Instituto de Innovación basada en Ciencia, de la Universidad de Talca.
El experto visitó recientemente la Universidad Católica del Norte, invitado por el Magíster en Ciencias Empresariales, donde ofreció una charla sobre las condiciones que favorecen el emprendimiento.
En la oportunidad, Bas se refirió al rol que juega la academia en la generación de fundamentos sólidos para el desarrollo de la innovación.
Al respecto, el relator reconoce que “la academia es, por su esencia propia, un generador de conocimientos y por lo tanto de competencias en los diferentes estamentos que le toca intervenir”. Como tal, califica la academia como “un movilizador de masas que está en constante acción, para adaptarse a los desafíos que presentan las nuevas disciplinas”, y por lo mismo tiene mucho que decir en torno a la innovación.
La innovación, subraya, “no es un monopolio de algunas pocas personas o situaciones, sino de un conjunto de éstas, y la academia es un pilar fundamental en esta mesa”. Sin embargo, Bas reconoce entre los profesores una “voz de mando”, que interconecte el accionar de los investigadores intramuros, con el aula y con el mundo empresarial y el entorno.
Aun admitiendo el rol relevante de la academia, porque en ella, dice, “se gesta la mayor cantidad de redes intergeneracionales de conocimiento y de acciones que permiten luego que la innovación se lleve a cabo”, lamenta que en América Latina no se hace investigación y desarrollo en cantidad y en calidad suficientes, “no por falta de competencias”, aclara, “sino por insuficiencia de infraestructura, políticas estratégicas de apoyo y financiamiento adecuado y atractivo para que esto ocurra”. Por otra parte, afirma, los investigadores deben fomentar más los “nuevos emprendimientos, el registro de sus invenciones, la creación de parques tecnológicos, centros e institutos de innovación, creación, transferencia y comercialización del fruto de su I+D, la creación y funcionamiento de redes efectivas de cooperación que se escapen del papel, para que pasen a ser actores activos tangibles y fuertes”.
“El mundo académico no debe temerle a dar valor agregado a lo que hacen sus investigadores y estudiantes e incentivar la innovación desde las aulas”, asegura.
Marco regulatorio
Respecto de los factores y estrategias indispensables para generar una innovación pertinente a las necesidades de un entorno y que vaya más allá de lo local, Tomas Bas señala que lo más importante “es el marco regulatorio e institucional, a través de políticas públicas acordes a las necesidades regionales, donde se apoyen las fortalezas que cuenta la región y se le de curso a aquellos sectores que tienen mayor potencialidad de desarrollarse e innovar”. También promover desde la academia esfuerzos en áreas estratégicas de alto impacto y que se aliente la transferencia hacia el sector privado; y lograr mayor financiamiento de los proyectos que se generen a través de alianzas estratégicas mixtas. “La innovación no debe ser tomada como una moda o una palabra bonita, sino como un modo de vida hacia el desarrollo sustentable y más igualitario de una sociedad”, asevera.
Poca confianza
Respecto de la aun baja inversión nacional en I+D+i – solo un 0,36%, versus el promedio OCDE de 2,4%, y la factibilidad de una mayor colaboración entre instituciones que desarrollan I+D+i, Tomas Bas advierte que “hay datos que indican que Chile es el país con los índices de confianza más bajos de América Latina en temas de colaboración institucional, lo que dificulta aún más el desarrollo de I+D+i entre universidades, Estado y el sector privado”.
Lograr superar esta brecha, adelanta, “es un desafío de envergadura, pero no imposible”, y una vez logrado, agrega, hay que generar vínculos sustentables en el tiempo con políticas de Estado a largo plazo, un ambiente creativo y proactivo en conocimiento y transferencia del mismo, con infraestructuras y comunicación adecuada que permitan fortalecer y retroalimentar el ecosistema. Asimismo, con una economía más diversificada y fortalecida hacia temas tecnológicos, para “no quedar tan expuesto a los avatares y caprichos de la naturaleza y los mercados”, concluye.