El sociólogo de la Universidad de Santiago, Vicente Espinoza, afirma que el alto costo de las casas repercute en que las familias que habitan asentamientos informales hayan aumentado en 41,6% durante los últimos cinco años. Por eso, propone “un programa de vivienda pública donde el Estado sea dueño de las casas, para que las familias que están en una situación difícil puedan ocuparlas”, sostiene.
La medida, que busca ser una alternativa al modelo de vivienda entendida como propiedad privada, contempla que el Gobierno entregue casas para ser recibidas en arriendo, algo que ya ocurre en países europeos y que permite abaratar costos.
Un informe de la organización Techo Chile arrojó que el número de familias que vive en campamentos en el país creció un 41,6% en los últimos cinco años, alcanzando las 38 mil 770 familias.
El sociólogo de la Universidad de Santiago, Vicente Espinoza, concuerda con el diagnóstico de que el problema no es la pobreza, sino el acceso a la vivienda. Por eso, llama a “pensar en un programa de vivienda pública donde el Estado sea dueño de las casas, para que las familias que están en una situación difícil puedan ocuparla. Esto puede ser una política alternativa”.
El especialista en políticas sociales y movilidad del Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) explica que “el tema estructural tiene que ver con cómo se accede a la vivienda en Chile. A las familias lo que se le entregan son viviendas en propiedad. No son del Estado, sino de sus propietarios. Eso es algo que viene desde la década de 1930, en que se decidió que no sería el arriendo, sino la propiedad el camino que optaría la vivienda. Cosa distinta a lo que sucede en Inglaterra, por ejemplo, donde las viviendas son propiedad del Estado y las familias las usan por un tiempo”, sostiene.
Espinoza reconoce que entre las situaciones que gatillan la llegada de las familias a campamentos se encuentran situaciones familiares, padecimiento de enfermedades graves o siniestros, además de circunstancias como pérdida del trabajo o migraciones.
No obstante, conjetura que el alto costo de las casas y las condiciones para optar a estas también pueden hacer que las personas terminen optando por habitar en campamentos. “Hay que perfilar esa demanda y saber si la gente que vive en campamentos está allí porque han estimado que ese es el mejor camino para llegar a la casa propia o, efectivamente, es una materia donde la política pública debiera actuar de otra manera”, reflexiona.
El sociólogo explica que se debe considerar que vivir en campamentos supone menos trabas para acceder a un hogar propio, por lo que las familias podrían optar a habitar en estos lugares de manera consciente. “Efectivamente, no les quedan muchas otras alternativas, pero normalmente ellos, en un momento, deciden que lo que más les conviene es ir a un campamento. Mucha gente dirá que no daba más como allegado, pero nadie sostendrá que lo llevaron obligado. Hay una parte que es decisión de las familias”, insiste.
“Cuando no se tiene vivienda, se tiene la alternativa de seguir por el camino del ahorro y después se postula, o se sigue por el camino de ir a un campamento y optar a una solución con menos ahorro y condiciones más fáciles de cumplir para una familia de pocos recursos para acceder a la vivienda”, explica.
Finalmente, concluye que “lo que tienen en común todas las personas que llegan a campamentos es que esperan una solución. Nadie supone que se quedaran ahí toda la vida. Lo ven como una situación temporal”.