Feliz coincidencia esta de publicar mi columna justo en la fecha dedicada a celebrar el fascinante oficio de las palabras, la investigación, el debate, la búsqueda de la verdad y la construcción de un mundo en donde todos seamos libres de opinar y compartir nuestro pensamiento. Porque de eso, esencialmente, se tratan la democracia y su eterno aliado, el periodismo.
He tenido el enorme privilegio de recorrer estos caminos por más de medio siglo, pasada una niñez inmersa en la vertiginosa actividad de la prensa, seguida por una adolescencia atada de corazón a un periódico popular y contestatario como ninguno: el Clarín chileno. Desde esos remotos tiempos se me infiltró, como un virus resistente a toda medicina, la necesidad de expresar mi pensamiento.
Por supuesto, entonces no comprendía la dimensión de la actividad periodística, solo sabía de su emocionante dinámica y los desafíos de mantener una mente capaz de procesar un flujo abrumador de nuevos hechos. Con el tiempo, se fueron añadiendo el sentido de responsabilidad, la realidad de los riesgos, las decepciones y el avance indetenible de un sistema capaz de cambiar por completo su naturaleza.
De acuerdo con mi concepto tradicional e inmutable de los valores de la comunicación social, uno de sus fundamentos es la riqueza de perspectivas en el enfoque de la actualidad, así como la pluralidad de pensamiento –uno de los pilares básicos de la democracia-, ambos factores con capacidad para estimular el debate en una ciudadanía más ilustrada en la medida de la diversidad de propuestas que sea capaz de asimilar.
Desde ahí surge el pilar que sustenta el peso de la comunicación: la responsabilidad social de los medios de prensa. Atada indefectiblemente a su realidad como empresas con fines de lucro, esa característica tan particular en su naturaleza institución/empresa les exige conservar un equilibrio basado más en los intereses de sus diferentes audiencias que en los propios, lo cual finalmente conducirá a su éxito como representantes de un sector de enorme influencia en la sociedad.
En Guatemala, el oficio periodístico ha sobrevivido a muchas amenazas contra su integridad, su libertad de expresión e incluso la vida de sus valientes exponentes. La historia reciente ha sido duramente jalonada por asesinatos de comunicadores cuya única misión ha sido relatar los hechos, comentar sus incidencias y seguir el hilo de los acontecimientos, a pesar de las amenazas. Personas como usted y como yo, con un hogar al cual siempre se desea regresar después de una dura jornada de trabajo. Con una familia integrada o no, pero pertenecientes a una comunidad capaz de avanzar a pesar de los avatares.
Por eso y mucho más –en especial por la enorme trascendencia de la comunicación en un país cuya democracia siempre está bajo amenaza- expreso mi más profunda admiración por esos reporteros, fotógrafos, dibujantes, diagramadores y columnistas, cuyo esfuerzo se refleja en los más notables avances de esta sociedad. Su palabra esencial es una guía inteligente e indispensable en el camino hacia los objetivos comunes.
Ilka Oliva
elquintopatio@gmail.com
Fuente: Prensa Libre
Blog personal: El Quinto Patio